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Número 24 Madrid, septiembre de 1997 Regalo digno de un rey
Israel regala
50 millones de metros cúbicos
de agua potable a JordaniaJaim Klein
¿Cómo es que Israel, un país árido por excelencia, con una grave y crónica escasez de agua, regala de pronto agua potable de la más alta calidad al reino Hachemita de Jordania?
En las negociaciones de Londres, que precedieron al Tratado de Paz entre Israel y Jordania, nuestro país se comprometió a suministrar de su Acueducto Nacional, que conduce agua del Lago Kineret a Tel Aviv, Jerusalén y el desértico Néguev, un volumen anual fijo de 150 millones de metros cúbicos de agua.
Dicho párrafo del mencionado tratado, que de hecho constituye un reconocimiento de parte de Israel de la legitimidad de demandas del Reino de Jordania sobre recursos hídricos en Israel, fue uno de los puntos más discutidos del acuerdo negociado por el gobierno de Yitzhak Rabin y Shimon Peres. Discutido no sólo por la entrega del más vital de los recursos naturales a un ex y potencialmente futuro enemigo, sino también por el significado otorgado en el derecho internacional a los recursos de agua, es decir, la conexión universal entre derechos de agua y la soberanía.
Durante dichas negociaciones en Gran Bretaña, a Israel le resultó más difícil renunciar al agua en sí, que a la presunta soberanía que ello implica. En cambio, en las conversaciones de Oslo con los palestinos, la situación fue muy diferente, ya que allí la implicación de la soberanía jugó un papel mucho más importante. Israel vis-a-vis Jordania no sufre de complejos de soberanía, porque las fronteras entre ambos países se hallan perfectamen te delimitadas. Con los palestinos, con los cuales bien o mal compartimos la misma tierra, las cosas son distintas.
Con Jordania, es el caso de "buenas cercas hacen buenos vecinos". Las potencias coloniales que dominaban Medio Oriente en virtud de haber derrotado y desmembrado al Imperio Otomano, tomaron la previsión de delimitar cuidadosamente las fronteras de sus respectivas propiedades, para evitar fricciones potenciales entre ellas. Las gruesas líneas trazadas por los estadistas armados de lápices de colores sobre mapas extendidos en las mesas de negociación (y de botellas de whisky en la otra mano, según los "cognoscenti"), fueron meticulosamente marcadas en el terreno por los ingenieros.
Israel, Jordania, Egipto y otros herederos de las posesiones coloniales fueron benditos por un sistema de fronteras claramente demarcadas, que décadas más tarde les permitieron cuando estaban dispuestos a ello coexistir sin mayores disputas territoriales.
No habiendo territorio en disputa entre Israel y Jordania, fue técnicamente fácil calcular el aporte hídrico de los ríos cuyo curso es compartido y dividirse equitativamente los recursos de agua disponibles. El resultado de ese cálculo llevó a la conclusión que Jordania no estaba aprovechando la totalidad de los recursos hídricos que le correspondían debido a su subdesarrollo (o sea, la falta de infraestructura física y humana), a razón de unos 150 millones de metros cúbicos por año.
Israel, en el marco del proceso de paz, asumió esta situación y se comprometió a suministrar dicho volumen de agua desde su eficiente sistema nacional, ahorrándoles a los jordanos la necesidad de construir costosos diques, de perforar pozos profundos y de mantener un complejo sistema de bombas y cañerías. De hecho, Jordania se ha convertido en un consumidor más de Mekorot (la Compañía Nacional de Aguas de Israel), con la particularidad de que la factura de agua de este "cliente" es abonada por el tesoro israelí.
Aparentemente, todo había quedado resuelto a plena satisfacción de las partes. Quizás fue por ello que cuando hace poco el rey Hussein de Jordania se enojó de repente y se negó a encontrarse con el premier Netanyahu, afirmando que "Israel no estaba cumpliendo sus obligaciones de suministro de agua a Jordania en el marco del Tratado de Paz entre ambos países", el gobierno y el público de Israel quedaron paralizados de asombro e incredulidad.
Por un instante, parecía que todo el edificio de la paz temblaba y estaba por derrumbarse. El ministro de Agua de Jordania, Munatir Haddadin, exigió con su profunda voz de ultratumba: "Los 50 millones de metros cúbicos adicionales que le correspondían a Jordania". ¿Qué 50 millones adicionales? ¿Podría ser que no estábamos cumpliendo el Tratado de Paz?
La situación era mucho más seria de lo que el público israelí se imaginaba, porque el potencial explosivo del agua en Medio Oriente es definitivamente mayor que el de pasadizos subterráneos bajo la colina del Templo de Jerusalén. Porque el mundo árabe está sediento y su desesperación por el agua crece día a día.
En verano, el abastecimiento de agua de Damasco, capital de Siria, es de 3-4 horas por día y nunca hay presión suficiente en las cañerías. En Ammán, capital de Jordania, hay días en los cuales no hay agua en el sistema, y en las ciudades menores la situación es catastrófica, donde la población depende de los camiones cisterna (o más bien, burros-cisterna), que venden agua en las calles. En Egipto, basta alejarse unas cuadras del Nilo para ingresar en un desierto lunar, dado que es un país en el cual nunca llueve.
La calidad del agua en todo el mundo árabe es extremadamente baja e insalubre. Todas las embajadas previenen a los intrépidos turistas que viajan a Medio Oriente, a que no tomen ni se laven los dientes con agua del grifo. En toda esta región, el agua abastecida por los servicios públicos no es potable, por no decir que es peligrosa para la salud.
En esta situación de desesperación y desesperanza, el infundio sobre la posible existencia de una relación entre la relativa disponibilidad de agua de buena calidad en Israel y la frustrante incapacidad de los países árabes de abastecer dicho vital elemento, posee una carga emotiva de incalculable poder explosivo. Por este motivo, el premier Binyamin Netanyahu envió a su ministro de Infraestructura Nacional, el Gral. (res.) Arik Sharon, a dialogar con su contraparte jordana y desarmar la bomba de relojería que estaba por explotar.
La cifra de 50 millones de metros cúbicos adicionales, reclamados por los jordanos, figuraba en el Tratado de Paz, pero en la sección correspondiente a los "proyectos conjuntos de desarrollo". Este concepto, en el marco de la paz regional, era un producto de la fértil inventiva israelí, dirigido a crear diferentes planes (rutas internacionales, puertos multinacionales, aeropuertos regionales, empresas turísticas, embalses binacionales; etc.) para obligar a las partes a trabajar mano a mano con un mismo objetivo y, de ese modo, fortalecer la paz y hacer más costosa costosa hasta el punto de ser impensable toda violación del espíritu de mutua cooperación y de paz.
La cumbre de estos imaginados proyectos era la empresa israelí-jordana de aguas, que de alguna manera produciría agua adicional, de la cual 50 millones de metros cúbicos serían para los jordanos. El proyecto sería planificado de forma inteligente, de modo tal que toda renuencia a trabajar en pacífica armonía por no decir hostilidades causaría "ipso facto" la paralización de la empresa con la consecuente pérdida de sus visibles beneficios. Desde el punto de vista técnico, a los ingenieros de agua israelíes "les queda chico" planificar y ejecutar un plan de este tipo de purificación o desalinización de aguas salobres, hoy inaprovechables, por medio de represas especiales.
En cuanto a la financiación, el generoso "Tío Sam" confirmó por enésima vez que si lo que faltaba para la paz era dinero, entonces su chequera estaba a disposición de sus salvajes "sobrinos" de Medio Oriente. Pero sólo con mucha fantasía oriental podía alegarse que Israel (o Jordania, dicho sea de paso) se había obligado a abastecer a esos paradisíacos manantiales de agua fresca y cristalina, eventualmente producidos por los imaginados futuros proyectos de paz.
Pasó un año y ninguno de los proyectos de paz se hizo realidad, ni mucho menos, siquiera iniciado. Israel entrega puntualmente su cuota de 150 millones de metros cúbicos a Jordania, llueva o no, y Estados Unidos sigue dispuesto a apoyar todo proyecto razonable. Haddadin se pregunta retóricamente: "¿Qué culpa tengo yo que el proyecto conjunto de agua no se lleve a cabo? Yo quiero mi agua". Quizás, "in pectore", agrega: "¿pero es que alguien pensó en serio que yo iba a emprender obras públicas con los israelíes?". [...]
Haddadin destaca no sólo por sus conocimientos de ingeniería, sino también por su presencia; es fornido y calvo, dueño de una voz cavernaria, capaz de causar escalofríos en la columna vertebral y erizar los pelos de cualquier contraparte.
La reunión entre Sharon y Haddadin fue extremadamente breve y terminó cuando Sharon levantó el teléfono móvil y ordenó a Mekorot empezar a entregar agua a los jordanos."No mañana, sino ya mismo", dijo.
La crisis quedó resuelta. El Rey volvió a tener buen humor y el mundo respiró de nuevo. Sólo los agricultores judíos del Valle de Beit Shean, que días más tarde descubrieron que sus cañerías estaban vacías y de allí en adelante no tendrían agua para regar sus cultivos marchitos en el campo, intentaron una vacilante protesta, rápida y efectivamente silenciada con vagas promesas de compensaciones económicas.
El resto del público israelí todavía no entendió el asunto. No así los árabes, que ya están preparando la próxima "fiesta" para ganarse otro regalo más de los sionistas.
Perder no es bueno, sobre todo por el precedente que establece. Pero sorprendentemente, ¡la visión de los proyectos conjuntos de paz está funcionando!
Los jordanos se irán acostumbrando a depender del agua potable de Mekorot y nunca podrán olvidar el hecho de que todo acto hostil contra Israel significará pagar el duro precio del retorno a los grifos vacíos en Ammán.
Otro aspecto promisorio de la nueva situación asumida por Israel de producir agua potable también para sus vecinos es que la industria israelí en esta materia -que ya es la más avanzada del mundo- deberá dar un gran salto para poder satisfacer este nuevo imperativo nacional. Haddadin y Sharon obligan a los ingenieros israelíes a acelerar aún más el ritmo en favor de este desarrollo. [Línea Directa con Israel y Medio Oriente].