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Número 23 Madrid, julio-agosto de 1997 Ehud Yaari:La frontera caliente.
En Metula, donde tengo mis raíces, estaban todos en los refugios otra vez mientras llovían misiles de Hezbolá desde el sur del Líbano al final del verano.Y sin embargo, tal y como reza el chiste local, Metula es el único lugar del mundo en que los precios inmobiliarios se elevan con cada katiusha que cae. Las explosiones no parecen ahuyentar a quienes gustan del aire de la montaña y de la vida en el campo. Es un fenómeno israelí único.
Este verano la frontera del norte se ha vuelta a poner al rojo, con otro gobierno en Jerusalén con muy pocas cartas en la mano para lidiar con Líbano. Según se evalúa la situación actualmente, un nueva operación militar daría lugar a un aguacero de unos mil misiles sobre la Galilea, algunos de los cuales tendrían un alcance mayor que en el pasado y podrían caer más al sur, incluso en Acre y Safed. También existe el peligro de que los sirios permitan que Irán envíe a Hezbolá cargamentos de misiles antiaéreos que se disparan apoyados en el hombro y quién sabe qué más.
En pocas palabras, no hay salida a este atolladero. El ejército israelí está hundiéndose en una batalla que no tiene posibilidades de ganar. Su único objetivo es reducir al mínimo el número de víctimas y mantener la zona de seguridad.
Al mismo tiempo, las propuestas que instan a Israel a retirarse unilateralmente hasta la frontera internacional, la llamada Buena Frontera, son un ejercicio intelectual, pero no una prescripción política. Teniendo en cuenta la negativa siria, y con ella la inevitable negativa del gobierno de Beirut, para acordar medidas de seguridad apropiadas, una retirada de este tipo sería una invitación a que Hezbolá avanzara hasta la frontera. Ni siquiera les haría falta atacar: su mera presencia allí traería consigo un cambio radical en la vida cotidiana a lo largo de toda la frontera norte. Los barrios de las afueras de Haifa se encontrarían de pronto dentro del alcance de las katiushas. El ejército tendría que reforzar posiciones entre los kibutsim y moshavim del norte, como las que existen actualmente justo detrás de la línea de frente a diez o quince kilómetros de la frontera en territorio libanés.
La propuesta de Benjamin Netanyahu "Líbano primero", que propugnaba la retirada a cambio de acuerdos sobre seguridad, fue un desacierto cuando la propuso. El intento del Ministro de Defensa Yitzhak Mordechai de relanzarla con ayuda francesa acabó, como nos suele ocurrir, en una nube de confusión tras una filtración a la prensa. Y a pesar de que el gobierno títere que los sirios han colocado en Beirut apoya públicamente a la resistance, Estados Unidos ha revocado la prohibición de viajar a Líbano. Y cuando el líder de la oposición cristiana maronita, el general Michel Aoun, solicitó viajar a Estados Unidos desde su exilio en Francia para testificar ante un comité del Congreso, el Departamento de Estado prefirió no emitir el permiso de entrada al país. En otras palabras, Estados Unidos aceptan tácitamente tanto la dominación del Líbano por parte de Siria como la utilización del territorio libanés para hacer la guerra por poderes.
Es cierto que los sirios mantienen un control sobre el volumen de lanzamientos de Hezbolá, y que han establecido límites no escritos. Pero no es más que un marco que se expande y contrae de acuerdo con las circunstancias. En las raras ocasiones en que la Secretaria de Estado Madeleine Albright llama por teléfono a Faruq al-Shara, el Ministro de Exteriores sirio está más que dispuesto a prestar su ayuda para localizar el origen de los lanzamientos. Si acepta ir a Damasco en su inminente visita a Oriente Próximo, o al menos enviar a Dennis Ross a visitar al Presidente Hafed el-Asad, los sirios garantizarán una cierta tranquilidad, durante un tiempo.
En el comité de seguimiento que se constituyó tras la operación Uvas de la ira en 1996 participan el General de Brigada David Tzur y el subdirector de los servicios de inteligencia sirios en Líbano, el Coronel Adnan Balul. Allí debaten las quejas mutuas sobre violaciones de los acuerdos sobre los ataques contra civiles. Pero los sirios se niegan a entrar en un debate serio sobre las posibles soluciones para acabar con la tensión en la frontera. Los contactos son directos, sí, pero evitan adentrarse en el meollo de la cuestión.
Como Israel no cuenta con una solución inmediata al dilema en su frontera norte, no tenemos más remedio que buscar formas de mejorar la lóbrega situación. El reto más complicado es el enfoque táctico para lidiar con la Unidad Especial, el batallón de comando de Hezbolá bajo el mando de Ali Musa, que no tiene más de 400 comabtientes pero es la fuente de la mayoría de los ataques. Los miembros de la Unidad Especial son entrenados en Irán, y al volver a Líbano son mantenidos en pequeñas unidades que forman parte de un grupo mayor sólo de nombre. Encontrarlos requiere un tipo especial de inteligencia de campo, cosa que lógicamente no resulta nada fácil .
Con todo, no hay razón para que no avancemos hacia una nueva postura, alejándonos de la aceptación tanto a priori como a posteriori de la dominación siria en Líbano, poniendo en tela de juicio la legitimidad de dicho control. Si Damasco se niega a colaborar para poner punto final a la ocupación israelí del sur del Líbano, Jerusalén podría volver a abrir el expediente contra la conquista siria del norte del Líbano. Lo importante es avanzar prudentemente hacia una fórmula que tenga también en cuenta la presencia del ejército sirio alrededor de Beirut, una clara violación de los acuerdos de Taif con los que finalizó la guerra civil libanesa, y que contó incluso con el respaldo estadounidense.
Algunos libaneses cristianos todavía hablan de un movimiento de resistencia contra los sirios, como ocurrió en los años 70. Pero cabe dudar de que subsista ese deseo en las fragmentadas milicias cristianas.
No obstante, esto no debe llevarnos a la ineludible conclusión de que no hay nada que hacer desde el punto de vista de la política. Más bien Israel debería establecer un vínculo entre la esquiva paz en el sur del Lí-
bano y la sumisa paz impuesta por los sirios en el norte. Enfocando las cosas de esta forma por lo menos conseguiríamos un amplio apoyo dentro del propio Líbano. El sentimiento popular en contra de Siria está bastante extendido entre las diversas etnias libanesas. En el campeonato de fútbol árabe que se ha celebrado recientemente en Beirut todos los contrincantes de Siria recibieron enormes ovaciones mientras que los trabajadores sirios que se atrevieron a animar a su equipo acabaron a puñetazos. [The Jerusalem Report].