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Número 21 Madrid, mayo de 1997 ¡OJO!
NO HAY MEDIAS TINTASHirsh Goodman
Dejemos las cosas bien claras en lo que respecta a las consecuencias de un fracaso del proceso de paz entre palestinos e israelíes. No habrá status quo. La situación no se congelará en el punto actual. Los enfrentamientos se intensificarán sobre el terreno, tal y como ha sucedido en las últimas semanas desde que Israel decidiera construir en Har Homá.
Las protestas violentas comenzaron en Hebrón y se extendieron rápidamente a Belén, Ramala y Gaza. A modo de respuesta, el 26 de marzo Israel decidió desplegar sus carros de combate en las proximidades de las ciudades y pueblos palestinos principales.
Esta es la segunda vez que Israel lo hace desde la guerra de 1967. La última fue en septiembre del año pasado, como resultado del incidente del túnel del Monte del Templo.
La presencia de carros de combate en las proximidades de centros de población palestina provocará más protestas. La experiencia del pasado lo demuestra. Empezarán con piedras, pasando después a los cócteles Molotov y más tarde a los misiles antitanque que los palestinos tienen ya probablemente guardados en escondites locales, o de no ser así, llegarán rápidamente a través del Líbano.
Israel tendrá que reaccionar. Aparentemente, el Primer Ministro ha elaborado una lista con varias opciones militares en función de la envergadura de las protestas. Sea cual sea la respuesta, al ser de índole militar, se verá seguida de un contraataque. El enfrentamiento ya se ha convertido en una guerra. La policía palestina se encontrará cada vez más dividida entre su deber de contener los desmanes y la violencia de la protesta popular palestina por una parte y su identificación ideológica con la causa que ha provocado dicha violencia por otra.
Al igual que ocurrió en el incidente del túnel, la fuerza de las circunstancias hará que la policía palestina vuelva progresivamente sus armas hacia los soldados israelíes, si no los 50.000 policías armados palestinos, al menos 500 de ellos.
Decenas de soldados israelíes y casi un millar de palestinos murieron o fueron heridos en dos días de vio-lencia a raíz del incidente del túnel. Si utilizamos estos datos como baremo, no resulta difícil calcular el número de víctimas en ambos bandos en caso de que se produjera un enfrentamiento más largo del mismo tipo.
En un conflicto urbano, las ventajas de la superioridad armamentística y de adiestramiento son marginales. Un rifle es igual a otro; las granadas causan el mismo número de muertos en ambos bandos.
El campo de batalla serán las calles y callejones, un terreno con el que están mucho más familiarizados los palestinos que los israelíes, un factor crítico que hace que, en un conflicto de esta índole, un francotirador bien colocado sea tan peligroso como la artillería en una guerra convencional.
La otrora excelente cooperación entre los servicios secretos israelíes y palestinos ha quedado paralizada. Los profesionales de los dos bandos apenas si se hablan. La relación es casi inexistente. Según va deteriorándose la situación, necesitaremos más información sobre las intenciones palestinas. Ellos necesitarán intensificar sus esfuerzos aquí. Los servicios de inteligencia pasarán de ser socios a ser neutros, para acabar siendo hostiles.
Los radicales aprovecharán la situación para echar más leña al fuego, ¿y qué mejor forma de hacerlo que a través del terrorismo? Por cada 20 atentados que consigamos frustrar, uno tendrá éxito. Tal y como dijo alguien cuya hija entraba en el café Apropo en Tel Aviv el pasado viernes cuando hizo explosión el último atentado suicida, sé que la próxima vez será demasiado tarde. Para las tres víctimas, entre las que se encontraba una mujer embarazada, ya es demasiado tarde.
El terrorismo no se limitará a atentados suicidas en Tel Aviv y Jerusalén. La situación de mayor vulnerabilidad de los israelíes se produce cuando viajan por las carreteras que unen los asentamientos de los territorios con Israel. Patrullar cada kilómetro y garantizar una seguridad absoluta no sólo es imposible sino que incluso intentarlo requeriría hacer uso de un número ingente de reservistas. Si se producen víctimas entre los colonos, habrá una reacción por parte de los mismos. La experiencia nos demuestra que podemos anticipar que el gobierno israelí anunciaría la construcción de nuevos barrios judíos en terrenos reclamados por ambas partes o nuevos barrios en asentamientos existentes, cosa que inflamaría las pasiones palestinas y atraería una condena internacional.
Algunos israelíes, aparentemente cada vez más, piensan que los Acuerdos de Oslo pueden haber sido un error. Los acuerdos no contaban con el asesinato de Rabin ni con los problemas objetivos a los que se enfrenta un Primer Ministro que fue elegido para malograrlos. Pero la alternativa será trágica.
La solución no radica en un gobierno de unidad nacional compuesto por políticos que no tienen nada en común, sino en que Netanyahu y Arafat hagan uso del sentido común: una tregua, una cumbre bien preparada, una declaración de ratificación de los principios de Oslo, una inequívoca condena del terrorismo, la creación de grupos de trabajo para zanjar todas las cuestiones pendientes, ya sea de forma definitiva o provisional. Paralelamente, ambas partes podrían hacer gala de gestos de buena voluntad fácil y rápidamente para restituir
la maltrecha confianza, al tiempo que se elaborase un calendario aceptable para ambos.
Las opciones están claras. El último fin de semana lo pasé a puerta cerrada con algunos de los hombres y mujeres más juiciosos de Oriente Próximo, procedentes de Jordania, Egipto, Marruecos, el Yemen, Irán, Irak, Kuwait, Turquía, Palestina e Israel. Este fue el punto de vista consensuado: o nos movemos hacia delante o resbalamos hasta caer en la oscuridad de la Edad Media. No hay medias tintas en una pendiente resbaladiza. [Jerusalem Report]