IMÁGENES Y PALABRAS
Marta Pessarrodona
Avui, 3 de julio de 2002
[traducción]



SOBRE UNA FOTOGRAFÍA DONDE SE VE A UN NIÑO PALESTINO DISFRAZADO DE BOMBA
 

Comentario previo: creo que la fotografía es un arte, y mis pensadores predilectos, Walter Benjamín y Susan Sontag (orden cronológico y alfabético) han destinado, por suerte, parte de su talento a hacérnoslo ver. Aún así, no creo que siempre una imagen vale más que mil palabras y este dicho nunca ha sido citado, que yo recuerde, por ninguno de los dos pensadores mencionados. Por ejemplo, no sé que me sacude más, si una imagen de un campo de concentración nazi, como podemos ver en el Museu Nacional d´Art de Catalunya ahora mismo, o la minima moralia de Theodor Wiesegrund Adorno: �Después de Auschwitz ya no es posible la poesía lírica�. Y no barro hacia mi terreno -la palabra- ni hacia mi tradición, que nos dice que en el principio fue el verbo (la palabra)... Personalmente, me atrevería a sugerir que dejemos las imágenes para lo que valen y las palabras también, y permitamos que convivan pacíficamente.
No obstante, hay una imagen -una fotografía- que me ha sacudido y golpeado extraordinariamente, y que dudo veamos mucho en la actual información manipulada que todos sufrimos. Me refiero a la imagen de un bebé palestino disfrazado de niño bomba, de la misma manera que mi madre �no sé por qué razón- me disfrazaba cuando era pequeña de ¡zíngara! (Pasé una vergüenza horrorosa de la cual no me he rehecho y que dicho sea de paso me vacunó para no participar nunca en un carnaval). Si alguien quiere horrorizarse con la foto del bebé, que me la pida y se la envío, aún cuando es un ejercicio que no le recomiendo. Está claro que según cierta espabilada comentarista de Le Monde de Vallecas, el bebé de la fotografía no iba disfrazado de terrorista, sino de activista. Mi única duda estriba en si esta misma persona sería capaz de hablar de un activista de ETA o de Al-Qaeda. No hace falta recordar que esta misma comentarista vallecana, por más que su empadronamiento sea nuestro, tiene siempre la palabra asesino a punto cuando se refiere a un judío. En resumidas cuentas, me hace el mismo daño ver al pobre bebé palestino disfrazado de bebé bomba como al activista, cuando cuento los muertos que ha provocado. Porque las imágenes valen, hacen daño, pero también las palabras pueden convertirse en dardos envenenados y, seguramente, a diferencia de las imágenes, con efectos retardados.
 
 

En este orden de cosas, las imágenes que cualquier persona pudo ver a través del televisor el 11 de Septiembre de 2001 invalidaron todas las manifestaciones del todavía líder de la Autoridad Palestina y principal enemigo del pueblo palestino, Yasser Arafat, según las cuales los que saltaban y bailaban de alegría porque habían muerto americanos eran cuatro gatos. Ese día sólo tuve una pausa para pedir que invalidasen mi artículo para el día siguiente para el AVUI, y escribir otro caliente por las imágenes que acababa de ver; yo estuve delante del televisor en el momento del primer y segundo avión contra las Twin Towers de Gotham, en un día que, como a tanta otra gente, acabé con los ojos cuadrados de tanto ver televisión. Pude ver cómo saltaba y bailaba una población adulta que lleva años recibiendo la doctrina de la violencia, que es la única que parece haber transmitido la Autoridad Palestina, que no ha perdido un solo minuto para explicar qué Estado quiere, con qué características. Un silencio que, seguramente, es producto de la inexistencia de cualquier plan. La actualidad manda y ahora lo que toca a Vallecas es atacar al heredero Bush y su supuesta intromisión en la sagrada -para algunos- política palestina. ¿Todos estos europeos horrorizados se han preguntado de dónde proceden las fuentes de financiación de la mencionada Autoridad, fondos que a menudo van a parar a las cuentas de los mandatarios y acólitos? Yo también ataco al gobierno Bush pero en retrospectiva, y me permito el lujo de ir tan lejos como para preguntar si la asistencia y no insistencia practicada por el gobierno Clinton, en un plan de paz para el Oriente Medio no les -nos- ha pasado factura, como la del 11 de Septiembre. Seguramente, en caso de tener pasaporte americano en lugar de español como es mi caso y me imagino que en los de mis eventuales lectores, jamás votaría al heredero Bush como en el pasado no hubiera votado a su padre (tal vez me hubiera abstenido, la verdad) pero me parece más que normal el cambio en su política desde el momento en que, mientras negociaban la paz en Sharm Al Cheikh, Egipto, palestinos e israelíes con asistencia americana, interceptasen el cargamento de armas del barco Karin A, pagado por la Autoridad Palestina, como se ha probado documentalmente. ¿Se comprometía la AP (qué siglas, Dios mío, qué daño debe hacer a los supervivientes de los progres de los años sesenta!) a respetar los acuerdos de Oslo, que según las noticias que recibimos cada día sólo respeta el Estado de Israel? Me creo pues perfectamente que Bush, con documentos en la mano que involucran a la AP en subvenciones terroristas, haya acabado dando la razón a Sharon (a quién tampoco votaría nunca) sobre la irrelevancia de Arafat. Documentos con palabras y en especial firmas que deben de tener más valor que las imágenes que todos hemos visto.
Imágenes y palabras que han de conseguir como sea, por activa o por pasiva, la paz en Oriente Medio para el bien de todos. El pueblo palestino y el pueblo judío merecen estar en paz, esto es indiscutible a mi entender. La fotografía del bebé bomba es un kitsch letal y también la palabra activista para definir a quién se ha cargado un puñado de personas. Porque en el principio fue la palabra y Dios creó al hombre a imagen suya, unos préstamos bíblicos que dudo que no apruebe ni el más agnóstico de nosotros. Eso sí, siempre que sea una persona de paz y amante de la justicia informativa.

 Marta Pessarrodona.  Escritora y traductora