Israel-UE
Del megáfono al diálogo
Relaciones bilaterales

Política Exterior, marzo/abril de 2006


Víctor Harel
Embajador de Israel en España

 Dos mil cinco fue año de buena cosecha para las tempestuosas relaciones políticas entre Israel y Europa. Pasando casi desapercibida, una substancial  transformación se teje entre ambos. Las barreras a superar eran difíciles y de diversa índole: una falta de confianza mutua arraigada en diferencia de percepciones,  principios y desacuerdos ideológicos. Y, sin embargo, en las antesalas de Bruselas y Jerusalén, con dedicación y creatividad, sin ruidos ni filtraciones, ambos, Israel y la Unión Europea, se habían propuesto aprovechar circunstancias favorables para cambiar la ecuación, elaborando una agenda práctica de consultas periódicas, diálogo fluido y hasta cooperación político-estratégica.
El 25 de noviembre de 2005, y como para sellar un periodo de diálogo franco y de cooperación incrementada, una misión de la UE comenzaba sus funciones de supervisión y control de la frontera en el Paso de Rafah, entre la franja de Gaza y Egipto. �Esta es la primera vez que una frontera se abre� para que la controlen los propios palestinos con la ayuda de una tercera parte�, según declaraba Javier Solana,  Alto Representante de la UE para la Política Exterior y la Seguridad común, uno de los principales facilitadores del histórico acuerdo. La presencia europea, denominada �tercera parte�, se compone de 70 agentes de seguridad y aduanas de 5 países, entre ellos miembros de la Guardia Civil española.
 Por primera vez, en un caso sin precedentes, Israel, tras intensas e incluso airadas deliberaciones, acepta depositar en manos de una �tercera parte� (Europa) aspectos que afectan directamente a nuestra seguridad nacional. Este acto sólo puede interpretarse como un incremento de confianza israelí en la capacidad de Europa para desempeñar un papel efectivo e imparcial en nuestro conflicto.
 Sin embargo, conviene aclarar que esta presencia �por importante que sea� no implica, en modo alguno, un cambio en la postura israelí de principio de oposición a cualquier intento de �internacionalización� del proceso. Por esta razón, Israel no acepta una intervención de fuerzas internacionales en una fase en la cual el conflicto no ha sido resuelto aún. La misión europea �que no tiene jurisdicción alguna dentro del territorio israelí� ha asumido sus funciones en la franja de Gaza, la cual, a raíz de la desconexión, se encuentra bajo control palestino.
En las últimas décadas, la agenda política israelo-europea, a diferencia de las de otras áreas, ha conocido turbulencias y altibajos, momentos de alta tensión y  también de efímera euforia.
La sombra del Holocausto, la página más funesta de la historia europea, sigue pesando de forma consciente o inconsciente en nuestras relaciones, y su memoria  acerca y aleja a la vez. Un sentimiento de históricas decepciones (hay quienes las calificaron como �un puñal en la espalda� de Israel) en días en los cuales nuestra existencia misma estaba en peligro real, a saber: el boicoteo militar total francés en La Guerra de los seis Días (1967) y la rotunda negativa europea (con la excepción de Portugal) a permitir el reabastecimiento de aviones de Estados Unidos hacia Israel durante la guerra de Yom Kipur (1973); las duras declaraciones periódicas desde Bruselas contra acciones de Israel, emitidas por el Consejo de Ministros, también denominada �política de megafonía�, por preferir los medios de difusión a los discretos canales diplomáticos; las frecuentes amenazas de sanciones económicas a Israel por parte del Parlamento Europeo, incluyendo la demanda de congelar el Acuerdo Económico entre Israel y la UE; la larga serie de votaciones de apoyo a propuestas árabes en el seno de las Naciones Unidas, todo ello -y más- pesa considerablemente en el balance negativo.
Los boicoteos académicos que cierran puertas universitarias a profesores israelíes; los gremios que impiden la venta de productos israelíes en mercados europeos; los renovados actos de antisemitismo, nuevo y viejo por igual, son otros elementos que han cobrado fuerza en los últimos años y que en nada han contribuido al entendimiento entre europeos e israelíes.
El deterioro de la imagen de Israel alentado por ciertos medios de comunicación europeos agudizaron la situación, crispando más aún las tensas relaciones. Una información parcial e incompleta, la tergiversación, los prejuicios, la �imposibilidad� de reflejar objetivamente el conflicto, en especial durante los difíciles y sangrientos años de la segunda Intifada, dañaban la imagen de Israel y la de su Gobierno. En palabras del congresista americano Johnson allá por 1917: �la primera víctima de la guerra es la verdad�.
A la negativa imagen de Europa, ya presente en amplios sectores del público israelí, se sumaba una política en Oriente Próximo, de clara tendencia pro palestina, carente de la imprescindible equidistancia de quien pretende asumir funciones políticas significativas en nuestra región.
Por otra parte, la esperanza que nos embargó en la Conferencia de Paz de Madrid de 1991; los acuerdos de Oslo; el privilegiado Acuerdo de Asociación Unión Europea-Israel de 1995; el diálogo Euromeditarráneo inaugurado en Barcelona ese mismo año; la Hoja de Ruta y su visión de dos estados �Israel y Palestina�, el Cuarteto, �invención� europea y compuesto por EEUU, la UE, Rusia y la ONU; un incremento considerable en las medidas gubernamentales necesarias para luchar contra el resurgente antisemitismo, todo ello �y más� pesa en el balance positivo.
Visto desde una perspectiva israelí es posible comprobar �casi matemáticamente- la correlación entre las posiciones políticas de la UE hacia Israel y el proceso de paz del Oriente Próximo, entre acciones israelíes que merecen el beneplácito europeo y su �recompensa� a través de acuerdos económicos. O, al contrario, acciones israelíes �reprobables� (como la ampliación de asentamientos, muro-valla de seguridad, ciertos métodos para combatir el terror), que automáticamente provocaban por parte de Europa una ráfaga de amenazas, recriminaciones y fricciones, todas ellas aireadas públicamente por el  mencionado megáfono europeo.
Y, sin embargo, una serie de acontecimientos ha contribuido a lo largo del pasado año  a una transformación sustancial de las actitudes, llevándonos a ambos hacia una política de mayor compromiso mutuo. Entre otros, destacan: la muerte de Yasssir Arafat, un verdadero escollo en el desarrollo de nuestras relaciones mutuas (�parte del problema� para Israel; �parte de la solución� para Europa) y la elección democrática de su sucesor, Mahmoud Abbas, quién aboga por el diálogo y rechaza el terrorismo como medio para obtener fines políticos; el cambio de las posturas europeas con respecto al Líbano e Irán; el recrudecimiento del terrorismo islámico en suelo europeo y la retirada unilateral de la Franja de Gaza y de asentamientos en Samaria, unánimemente elogiada por Europa, incluyendo un sorprendente realce de la figura del Primer Ministro Ariel Sharon, alabado hasta por los medios de difusión, los mismos que no habían cesado de �criminalizarle� durante años. Comentaristas y expertos de Oriente Próximo coincidían en que su hospitalización constituía un grave revés para Israel, en particular, y para toda la región, en general.
La preocupación de la UE por constituirse en un jugador político prominente, aun aceptando la primacía de los EEUU en el Cuarteto y fuera de él, ha sido una constante.  La reticencia israelí al respecto era bien conocida en todas las capitales europeas.
El advenimiento de la nueva atmósfera ha dado sus frutos sobre el terreno: de la noche a la mañana los europeos han pasado de ser payers (financiadores) a ser además players (participantes) del proceso de paz. Una de las metas estratégicas europeas más fundamentales en su política hacia Oriente Próximo se convierte en realidad tangente.
Europa adquiere así en el paso de Rafah, como con su misión de adiestramiento y renovación de las fuerzas policiales palestinas (Eurocoop), que ya tiene varios meses de implementación, un papel estratégico que complementa el  de donador y financiador principal de la penosa economía palestina.
En Israel tenemos la convicción de que las misiones europeas �hoy más que nunca a raíz de la elección de Hamas- cumplirán sus cometidos con la necesaria resolución y celo, imprescindibles en las delicadas tareas de seguridad que se les ha encomendado.  Así se convencerán incluso aquellos que en mi país han aceptado el nuevo papel europeo a regañadientes.
Gradualmente, ya desde 2004, se atisban los primeros cambios: la Cumbre de Estambul (Turquía) de la OTAN establece un marco para una cooperación más cercana con Israel formando parte del diálogo mediterráneo de la organización; tímido aún, pero de consecuencias político-estratégicas de gran valor a medio y largo plazo.
Asimismo, la interacción, el engagement, en la que finalmente se embarcan Israel y la UE, permite dar los últimos retoques a un plan de acción en la  nueva Política Europea de Vecindad (PEV). Una política que pretende promover un �anillo de amigos� en la nueva periferia de la Unión tras la ampliación. Dicho plan con Israel incluye no sólo una vasta agenda política sobre el proceso de paz de Oriente Próximo sino también métodos para combatir el terrorismo, el antisemitismo, las armas de destrucción masiva y defender los derechos humanos.
Con un incremento indispensable de la simetría y de la imparcialidad en el conflicto (por parte de Europa), con una disminución considerable de las recriminaciones públicas (por ambas partes), nos acercamos a los principios y valores democráticos que compartimos.
Muchos en Israel, la única y verdadera democracia en la región, nos consideramos �europeos�: las raíces del sionismo, nuestro movimiento nacional, están arraigadas en Europa, �respiramos� cultura europea: música, literatura, arte provenientes del continente son adoptados como nuestros; pasamos nuestras vacaciones en Cataluña o la Toscana; conducimos Fiats o Peugeots; jugamos (y ganamos) en la liga europea de baloncesto; llevamos nuestras canciones a Eurovisión. Y más allá de lo folclórico, después de interminables deliberaciones en la ONU, se nos ha incorporado al Grupo Europeo (WEOG) para resolver temporalmente una anomalía sui generis: a Israel no se le permite �pertenecer� a ningún grupo geográfico de los reconocidos en las ONU. Ni al asiático, que sería lógico, ni al de Oriente Próximo, por razones obvias. Así que por lo menos en la sede de Nueva York somos �oficialmente� �y por ahora- casi �europeos�.
Las relaciones de odio-amor con Europa que nos han caracterizado durante décadas, las cicatrices profundas del pasado, incluyendo persecuciones, expulsiones y aniquilación sistemática, la memoria judía �tan diferente de la europea� marcan la complejidad de las relaciones en la que los dilemas abundan y los retos continúan desafiándonos.
 El presente año nos depara obstáculos que ponen en tela de juicio la posibilidad de siquiera  de comenzar a implementar la Hoja de Ruta  La elección de la organización terrorista Hamas, implica un retroceso mayor en el proceso, complicando sustancialmente las posibilidades de un diálogo palestino-israelí. Israel no tiene intención de negociar con una organización (incluida en la lista oficial europea de organizaciones terroristas, desde el 22 de diciembre de 2003) mientras mantenga su infraestructura terrorista, no renuncie a la violencia, no reconozca al Estado de Israel y no acepte los acuerdos concluidos entre Israel y la Autoridad Palestina. Sin embargo �y a pesar de todo ello� el compromiso presente y futuro del Gobierno de Israel con la Hoja de Ruta y su concreción continúa firme e ineludible.
Pero ante un escenario lleno de incertidumbres, creemos imprescindible estrechar y reforzar, las relaciones Israel-Europa, no sólo en la dimensión política sino en todos los ámbitos: económico, cultural, científico, académico, social, civil y demás.
 Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Compartimos valores de democracia; la paz y la estabilidad en la región nos son prioritarias; el desarrollo económico basado en modelos liberales guía nuestras agendas comunes y la lucha contra el terrorismo islámico es vital para el futuro de nuestros pueblos.
Con los precedentes ya sentados, los desafíos que nos aguardan este 2006 podrían afrontarse de forma más eficaz y promisoria con una Europa y un Israel involucrados plenamente en una interacción significativa.



Víctor Harel es Embajador de Israel en España
Ha sido Director General para Europa
en el Ministerio de Relaciones Exteriores
y  Embajador en Bruselas.