El �derecho a existir�, a 58 años de la Independencia
 

El Mundo, 3 de mayo de 2006


Víctor Harel
Embajador de Israel en España

�Eretz Israel fue la cuna del pueblo judío� Aquí logró por primera vez su soberanía, creando valores culturales de significado nacional y universal, y legó al mundo el eterno Libro de los libros� en el día de la terminación del Mandato Británico y en virtud de nuestro derecho natural e histórico y basados en la resolución de las Naciones Unidas, proclamamos el establecimiento del Estado de Israel� (Declaración de Independencia, 14 de mayo 1948).

¿No parece algo extraño, casi sorprendente, que se continúe haciendo referencia al �derecho a existir� de un país que celebra hoy su 58 aniversario de Independencia?
 

Y sin embargo reivindicar el �derecho a existir� no parece tan ilógico ante las amenazas �de claros tintes antisemitas� del fanático Presidente de la República Islámica de Irán, que demanda �borrar a Israel de la faz de la tierra�; o una más reciente (ahora como diplomado en botánica) manifestando que Israel es �un árbol podrido y seco que caerá con una tormenta� (le recordamos que hace falta más que una tormenta para provocar nuestra caída�); o las del Ministro de Exteriores de Hamás entrevistado en la radio estatal china: �sueño en colgar en mi casa en Gaza un enorme mapa del mundo, sin Israel�.

La cuestión no es el �derecho a existir�, sino �el justo derecho de Israel de vivir en paz�, tal cual lo estipulaba en sus sabias palabras Benedicto XVI, en su reciente Urbi et Orbi.

Hoy a 58 años de Independencia y al efectuar un balance nacional, contemplamos nuestros logros con orgullo y satisfacción sin estar exentos de la imprescindible autocrítica.

A pesar de guerras y terror incesante (el último atentado suicida se cobró en Tel Aviv nueve inocentes víctimas), nuestro espíritu continúa inquebrantable, nuestras instituciones democráticas intactas y nuestros esfuerzos por crear una sociedad más igualitaria y justa, irredimibles.

La Suprema Corte de Justicia es y será la referencia moral y ética para todos los ciudadanos: judíos y árabes, israelíes y palestinos por igual.

El casi milagroso renacimiento del hebreo como lengua cotidiana y factor primordial de cohesión interna; la absorción de un millón de inmigrantes judíos de la ex Unión Soviética y recientemente 35.000 judíos de Etiopia; nuestra dinámica economía, con niveles equiparables a los europeos y un 4,8% del PIB dedicado a I+D; con una industria turística que en el 2005, incrementada impresionantemente en relación al año anterior, elevó en un 142% el número de turistas españoles a Israel; en los pasados días de Semana Santa más de 25.000 peregrinos celebraron la Pascua en Jerusalén.

Nuestra sociedad, padeciendo las mismas imperfecciones que el resto de las democracias occidentales, continúa buscando afanosamente el mejor modelo socio-económico para sus ciudadanos y ello constituye uno de los retos principales que afrontará el próximo gobierno �aún en formación� de Israel. La creciente brecha entre ricos y pobres, una educación más igualitaria, el mejoramiento de los servicios de sanidad pública, o la atención a los pensionistas, conforman parte de la compleja agenda nacional.

El terror, ahora institucionalizado en el Gobierno palestino encabezado por la organización terrorista de Hamas, así como la creciente amenaza nuclear iraní, son las preocupaciones prioritarias de Israel, y ambas compartidas plenamente por la comunidad internacional.

Nuestros acuerdos de paz respetados y mantenidos al pie de la letra con Egipto (1979), Jordania (1994), la retirada del Líbano (2000) y la desconexión de la Franja de Gaza (2005) nos otorgan una posición estratégica que nos permite afrontar esos peligrosos retos con mayor seguridad.

Paralelamente, no cejamos en nuestros continuos esfuerzos en aras de una estabilidad regional que conduzca a través de la Hoja de Ruta, a la anhelada paz.

Ariel Sharon �hoy postrado en su cama de enfermo� en su discurso en la última Asamblea General de la ONU en septiembre del 2005 declaraba que: �la Paz es un valor supremo en el legado judío y el propósito deseado de nuestra política. Si tenemos éxito en trabajar juntos con nuestros vecinos, podríamos transformar esta tierra, que es preciada para ambos pueblos, de una tierra contestada a una tierra de paz��.

Sea ésta nuestra sincera plegaria, en un día de regocijo y renovadas esperanzas.