De la lucha mundial
al conflicto regionalShlomo Avineri
¿Qué fue lo que hizo cambiar de opinión a los estadistas israelíes y tratar en primer lugar las consideraciones de seguridad en las negociaciones con los palestinos y con Siria? La respuesta se encuentra en la conjunción de tres aspectos, que modificaron el equilibrio de poderes.
Los eventos actuales y los acontecimientos cotidianos posteriores a los acuerdos entre Israel, la OLP y Jordania y las negociaciones con Siria, suelen disimular el hecho de que el proceso resulta del complicado desarrollo de los aspectos globales y regionales. Si hubiéramos relacionado tal vez por casualidad, y efectivamente no por necesidad por lo menos tres de estos procesos, las cosas en nuestra región no habrían ocurrido de la manera que ocurrieron, y seguro que tampoco en el presente. La relación que existe entre los distintos procesos políticos demuestra, además, que estos fueron más allá de los deseos y preferencias de ciertos estadistas de Israel y del mundo árabe.
Los tres procesos mencionados son: el desmembramiento de la Unión Soviética, la guerra del Golfo y la intifada palestina. Por supuesto que están relacionados entre sí, especialmente los dos primeros, pero de todas maneras no es una relación unidimensional o causal. El que los tres ocurrieran a la vez, en el transcurso de los últimos cinco o seis años, es lo singular. Ciertamente no estaba previsto. Quienquiera que evoque a Maquiavelo en estos días de "corrección política", obviamente corre peligro, pero puede imaginarse que el político-historiador florentino asociaría el acontecer de estos tres procesos en el marco de lo que él denominaría "fortuna", la mano del destino; en cualquier caso no sería el resultado de los actos humanos conscientes o el fruto de talentos personales.
Merece la pena estudiar estos tres componentes por separado.
Primero, la caída de la Unión Soviética y el fin de la guerra fría. Aunque el conflicto árabe-israelí sea clara y básicamente una disputa regional, esencialmente una lucha entre dos movimientos nacionales, desde los años cincuenta este conflicto ha sido gradualmente arrastrado hacia la guerra fría. Esto sucedió a pesar de que nunca se polarizó inequívocamente (los americanos siempre tuvieron considerables intereses económicos y estratégicos en Arabia Saudí, así como en los estados del Golfo).
Cuando Nasser asume el poder, se forja una alianza entre el nacionalismo árabe radical y el bloque soviético, lo que significa una alianza estratégica, económica, diplomática e ideológica, que cambia radicalmente el equilibrio de poderes que cristalizaron en la región tras el éxito de Israel en la guerra de independencia.
A nivel estratégico, los envíos de armamento procedentes del bloque soviético convirtieron a los ejércitos árabes, de fuerzas auxiliares del colonialismo, en verdaderas máquinas de guerra gracias a su armamento y calidad: miles de tanques y aviones modernos, desplegados según la estrategia soviética y su doctrina militar. Sobre todo, los países árabes sabían que, aunque fueran derrotados en una confrontación bélica con Israel, como ocurrió en 1956, 1967 y 1973, el equilibrio estratégico podría volver a ser instaurado en su favor mediante envíos inmediatos y masivos de armas, lo que les compensaría de sus pérdidas de armamento en la guerra.
Esta alianza estaba basada en el apoyo financiero a gran escala de la Unión Soviética, especialmente a Egipto y Siria. A nivel diplomático, prometía un apoyo soviético directo, y, mediante el bloque del Este, una ayuda a las posturas árabes en el seno de las Naciones Unidas. El respaldo soviético a la resolución de las Naciones Unidas equiparando el sionismo con el racismo, añadió un elemento ideológico esencial a la deslegitimación en la lucha estratégica contra Israel. Este fue el caso, también, en cuanto a la persecución de las actividades judías en la URSS.
La contundencia de este respaldo soviético, particularmente después de la guerra de los Seis Días, fortaleció progresivamente la ayuda americana a Israel con envíos de armamento, asistencia económica, y un "paraguas" diplomático en la arena internacional. El apoyo americano a Israel ya no fue simplemente un "suave respaldo" a la única democracia de oriente próximo, ni tampoco dependió exclusivamente del poder del lobby judío: Israel se convirtió en la denominada "ventaja estratégica americana", en la lucha contra la Unión Soviética y sus aliados árabes.
Todo esto es bien conocido. Lo que no estaba muy claro en ese momento y que ahora sí lo está fue el hecho de que al añadir al conflicto regional de oriente próximo esa dimensión global, de confrontación entre las superpotencias, entorpeció aún más las vías hacia una solución y de hecho bloqueó seriamente cualquier solución posible.
En estas circunstancias, el desenlace del conflicto consistía en encontrar una fórmula que no sirviera sólo de compromiso entre los intereses de Israel y de los países árabes (de por sí complejos), sino también entre los intereses de Estados Unidos y de la Unión Soviética. En esa situación de guerra fría, todo esto era, a todas luces, una misión imposible.
La oposición soviética a los acuerdos de Camp David porque reforzaba la posición americana en la región a la vez que debilitaba la soviética así como la resistencia americana a la fórmula soviética de resolver el conflicto en una conferencia internacional que estuviera patrocinada por las dos potencias (lo que naturalmente elevaría la posición de Moscú) son sólo dos ejemplos de lo intrincada que fue la búsqueda de una solución debido a la dimensión global del conflicto.
La nueva política exterior soviética en tiempos de Gorbachov, más la caída de los regímenes comunistas y la consiguiente desaparición de la Unión Soviética, causaron la desglobalización del conflicto y su vuelta a la dimensión regional. La política más equilibrada de Gorbachov, el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Israel y el aviso de Moscú a Siria y a la OLP de que sólo apoyarían una solución diplomática, suponía el fin de la cobertura estratégica soviética de la causa árabe; los árabes quedaban ahora expuestos ante Israel sin el apoyo de ninguna superpotencia.
Desde 1988, los sirios han aprendido que, en caso de estallar la guerra y perder nuevamente cientos de tanques y aviones, Moscú ya no establecería un puente aéreo de abastecimiento masivo para restaurar el equilibrio ni para salvar el régimen. La OLP y otras organizaciones palestinas han perdido su fuente de armamento y entrenamiento de la que disponían en el bloque del Este, incluyendo explosivos plásticos tales como el "semtex", así como la capacidad de disfrutar de una cobertura diplomática para circular libremente por Europa occidental. La apertura de puertas a la emigración judía de la Unión Soviética, que trajo más de medio millón de judíos a Israel, agregó un elemento ideológico y demográfico más al significado del cambio. Cuando los embajadores árabes protestaron ante el Kremlin por la inmigración judía a Israel, Moscú los ignoró totalmente. Los árabes comprendieron muy bien lo que significaba esa medida.
El debilitamiento estratégico de la posición árabe causado por el repliegue del paraguas soviético y por el desmembramiento de la Unión Soviética, creó a su vez un mayor sentido de seguridad en Israel. El equilibrio estratégico se inclinó en un grado sin precedentes a favor de Israel: ahora tenía que enfrentarse sólo a sus adversarios árabes "por sí mismos", sin la ayuda de la segunda superpotencia mundial.
Esto hizo ver tanto a los líderes como a la opinión pública de Israel, que la reconciliación con la OLP que, en el peor de los casos establecería un frágil Estado en los territorios que recibiera, dependiendo de la buena voluntad de Israel no implicaba en absoluto consentir la creación de un estado palestino en una posible situación de alianza con la Unión Soviética "con tanques soviéticos en Kalkilia" (por citar al antiguo primer ministro Menahem Beguin). Sean cuales fueren los problemas de Israel con Arafat y no caracen de consecuencias él no puede telefonear a Moscú y requerir ayuda militar o de otro tipo. Lo mismo es aplicable a Siria. La importancia estratégica de la meseta del Golán frente a "Siria sólo", es infinitamente menor de lo que sería frente a una Siria apoyada por el "imperio del mal" que hubiese creado un frente estratégico desde Kuneitra hasta Vladivostok. Esa fue la principal razón por la que estadistas israelíes como Yitzhak Rabin, para quien las consideraciones estratégicas y de seguridad eran dominantes si no exclusivas, modificaron sus puntos de vista respecto a las negociaciones con la OLP y con Siria. La realidad ha cambiado profunda e inequívocamente en favor de Israel.
Por su parte, la guerra del Golfo tuvo efectos no menos importantes, aunque sí más complejos. Para los árabes, significó el final del sueño de la unidad árabe, descansando sobre la potencia soviética. Una situación en la que un estado árabe requería de Estados Unidos ser liberado de la ocupación militar de otro país árabe, requerimiento que fue respaldado por una parte decisiva del mundo árabe fue el punto más bajo al que pudo haber caído la ideología nacionalista árabe. La unidad árabe nunca había sido humillada de esa manera.
Desde el punto de vista de la OLP, la guerra del Golfo no arrojó resultados menos crueles. El abrazo en público de Arafat y Sadam Husein fue uno de sus errores políticos más deplorables. De todas maneras, retrospectivamente, produjo un avance significativo, en términos dialécticos, del proceso de paz.
Puede suponerse que cuando Arafat voló a Bagdad para animar a Sadam, pensó que posiblemente ese era el momento histórico que había soñado; que había surgido un nuevo Nasser, o tal vez un nuevo Saladino: en una sola noche había desaparecido un país árabe pro-occidental, Arabia Saudí y sus vecinos temían por su destino, mientras que occidente, en los primeros días de agosto de 1990, estaba débil y titubeante. ¡Ahora se presentaba la oportunidad histórica! El resultado, como sabemos, fue distinto. Arafat sufrió del ostracismo causado por la mayor parte del consenso árabe; los subsidios saudíes y otros apoyos de los estados del Golfo desaparecieron; los palestinos fueron expulsados de Kuwait. Fue por eso que Arafat y su pueblo comprendieron que sólo quedaba un camino: mayores concesiones. Y ese camino pasaba indefectiblemente por Washington.
Desde el punto de vista de Israel, la guerra del Golfo tuvo resultados no menos complejos. Por un lado, Sadam se había debilitado y su ejército estaba derrotado, aunque hubiera sido preferible su total eliminación. Pero Irak, actualmente, es un país desgarrado, con un miniestado kurdo en el norte y con observadores de la ONU vigilando su capacidad militar. Aunque no sea muy eficiente, sin duda limita a Bagdad. Por el otro lado, los ataques iraquíes con misiles Scud contra territorio israelí demostraron que Israel era vulnerable y que pesan sobre él amenazas reales. De todas maneras, esto no está relacionado con el control territorial de Cisjordania y Gaza. Las ciudades israelíes están expuestas a los misiles de Irak o de Siria aún cuando Israel retenga la casba de Nablús y la cueva de los Patriarcas de Hebrón. Muchos israelíes comprendieron por primera vez que el control territorial de los territorios ocupados, aunque involucre una dimensión histórica y religiosa, no tiene nada que ver con los verdaderos problemas estratégicos del país. En la era de los misiles lanzados desde una distancia de cientos o miles de kilómetros, retener Cisjordania o los campos de refugiados de la franja de Gaza no tiene mayor trascendencia. De hecho, representaba un concepto anacrónico. Los verdaderos problemas de seguridad que pesan sobre Israel tienen que ser resueltos confrontando los peligros reales que lo amenazan y eso debe hacerse mediante negociaciones con contenido con los palestinos, con Siria y, algún día (quién sabe) con Irak también.
Las implicaciones de la intifada palestina respecto a los propios palestinos y a Israel ya han sido ampliamente descritas; por lo tanto, nos limitaremos a recordarlas brevemente. Por un lado, la intifada elevó la autoestima de los palestinos, incluyendo su imagen ante los demás países árabes. Por otro lado, no consiguió liberar los "territorios ocupados" y las condiciones de vida de la población palestina empeoraron.
Aquí también quedó claro que con todas las intenciones morales y propagandísticas de la intifada, la única alternativa que les quedaba a los palestinos siguió siendo la de las negociaciones y la disposición a hacer concesiones, aquellas que ellos habían rechazado cuando se les propuso por primera vez una autonomía en días de Beguin.
La intifada creó un problema difícil para Israel, no solamente en cuanto a su imagen, sino también en los aspectos operativo y moral. Resultó que incluso el ejército más poderoso de oriente próximo no fue capaz de reprimir a los jóvenes que arrojaban piedras a los soldados o a vehículos civiles. Ningún ejército del mundo tiene la respuesta adecuada a esta clase de problema a largo plazo. En otras palabras, Israel descubrió las limitaciones que conlleva el poder. Y si fueron los israelíes quienes creyeron posible continuar con el status quo creado en 1967, ahora casi todos comprendieron que las cosas no podían quedar como estaban.
Como se ha dicho, el punto decisivo es la aparición de los tres fenómenos, cada uno de los cuales ejerce un profundo impacto, tanto en el equilibrio de poderes como en el sentimiento de los colectivos árabe e israelí. De entre los escenarios que incesantemente fueron descritos por los expertos en relaciones internacionales a lo largo de las últimas décadas, ninguno previó ni pudo haber previsto una realidad tan compleja como ésta. Esto sólo nos demuestra que los analistas profesionales tienen que ser modestos al interpretar los hechos. [Haaretz, 16 de enero de 1996].
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