Número 9 Madrid, noviembre de 1997

Exposición de Agam en Madrid

La Fundación Arte y Tecnología de Madrid ha organizado una exposición del artista israelí Yaacov Agam. La muestra estará abierta hasta el 15 de febrero de 1998.


Agam reconsiderado

Avraham Ronén

Yaacov Agam es uno de los pocos artistas israelíes vivos que han logrado renombre internacional (es el único artista israelí incluido en la voluminosa Historia del arte moderno de Arnason y en el reciente Diccionario de arte y artistas de David Piper). Ya hacia mediados de la década de los 50 era considerado uno de los artistas más importantes del período posterior a la Segunda Guerra Mundial y pionero en el arte óptico y cinético. Internacionalmente, aún se lo considera uno de los principales artistas contemporáneos.

Agam (Yaacov Guipstein) nació en 1928 en Rishón Lezión, entonces una pequeña aldea semirrural de la planicie costera al sur de Tel Aviv. Su padre, un rabino ortodoxo, se negó a inscribirlo en la escuela porque no había vacantes en ningún colegio religioso (aparentemente, el excelente colegio secular del lugar quedaba fuera de cuestión); por ello, el pequeño creció sin ninguna educación formal y casi sin la compañía de otros niños. No obstante, en su hogar absorbió el legado de los valores espirituales y el pensamiento judío y se sintió particularmente atraído por el conocimiento de la mística judía y los estudios cabalísticos que practicaba su padre, el ilustrado rabino. Como veremos a continuación, este legado es la médula de su filosofía artística a lo largo de toda su carrera.

Agam comenzó a pintar como adolescente autodidacta. En 1946 se trasladó a Jerusalén y durante dos años estudió en la Academia de Bellas Artes Bezalel. Siguiendo el consejo de su maestro, el pintor Mordejai Ardón, dejó la Academia en 1949 y viajó a Zurich. A pesar de su corta duración, la estancia en esa ciudad constituye una fase de crucial importancia en la configuración de su estilo y de su teoría artística. Allí fue donde el joven se encontró con tres hombres que en los años venideros habrían de dejar su impronta sobre su arte y su pensamiento.

El primero de ellos, Johannes Itten (1888-1967), fue su maestro en la Kunstgewerbe Schule. Ex-docente de la Weimar Bauhaus y ex-maestro de Ardón, Itten era un famoso teórico de la forma y el color que abogaba en sus clases por el uso de colores puros y de composiciones colorísticas cuidadosamente estudiadas e inspiradas por ideas constructivistas.

La base racional y cuasi-científica del enfoque teórico del proceso creativo de Agam, así como su constante preferencia por las formas geométricas, los colores puros y brillantes y las composiciones multicolores, puede remontarse a sus estudios con Itten.

La segunda influencia formativa sobre Agam fue la del pintor, escultor y diseñador suizo Max Bill (n. 1908), que puede haber inspirado su trabajo y su ideología artística no menos que Itten. Bill era uno de los líderes del arte geométrico, no figurativo o abstracto que él denominaba "arte concreto". En sus escritos teóricos se mostraba muy preocupado por la relación existente entre las teorías estéticas y matemáticas, y sus ideas parecerían haber impresionado hondamente a Agam. Además, Agam heredó su particular enfoque de la escultura de las esculturas metálicas de Bill, con sus formas pulidas y lustrosas y su estilo geométrico y preciso.

La tercera fuente de inspiración importante fue la del historiador y teórico de la arquitectura Siegrid Giedion, autor del conocido libro Espacio, tiempo y arquitectura, a cuyas clases asistiera Agam en la Eidgenössische Technische Hochschule.

Giedion le aconsejó que prosiguiera sus estudios en Chicago, pero en su camino a Estados Unidos, y después de una intensa gira de estudios por Italia, se radicó en París en 1951. En los años '50 Francia ofrecía un panorama artístico rico y variado.

Hemos visto que Agam ya se había sentido atraído por la abstracción geométrica cuando estudiaba en Zurich. En París se sintió igualmente fascinado por el arte cinético, y muy pronto comenzó a investigar las posibilidades de fusionar ambas concepciones en su particular visión del arte cinético abstracto,

En 1952, Agam creó sus primeros trabajos transformables con partes móviles que podían cambiar de sitio y posición sobre un panel, brindando al espectador la posibilidad de crear nuevas e innumerables composiciones abstractas. Más adelante aplicaría a sus esculturas metálicas este mismo principio, que le permite al espectador tomar parte activa en la creación de nuevas composiciones. En 1953, Agam creó sus primeras "pinturas polifónicas". En esos trabajos se pintan dos composiciones abstractas diferentes sobre ambos lados salientes del relieve de una sección en zigzag, de tal manera que se ve una composición cuando se observa el panel desde el lado derecho y otra cuando se lo mira desde el izquierdo. La visión frontal ofrece una tercera composición que resulta de la combinación o "fusión", como la llama Agam, de las otras dos.

Agam transformó este sencillo artificio en ricas y complejas obras de arte, al aplicarlo en sus composiciones geométricas altamente elaboradas. Más aún: en sus trabajos polifónicos, el espectador que se desplaza de un lado de la obra al otro percibe no sólo la fusión gradual de una composición dentro de la otra, sino que también capta cada visión sucesiva como una nueva composición totalmente independiente. Esta forma de lograr la variedad y multiplicidad del contenido estético en un solo trabajo fue continuamente desarrollada por Agam a través de toda su carrera artística.

Su gran oportunidad llegó en 1953 cuando expuso sus nuevas creaciones en la Galería Craven de París en su primera muestra individual. Esta exposición, descrita por él como su "nacimiento artístico", lo ubicó de inmediato en el foco del interés público, y muy rápidamente fue reconocido como uno de los pioneros del nuevo arte cinético y como el más virtuoso del grupo.

Durante los 40 años siguientes, Agam creó numerosos trabajos que pueden ser vistos en el mundo entero. Si bien sus obras muestran una gran variedad de contenido artístico, formas, estilos, técnicas y materiales, todas llevan la impronta de los mismos rasgos constantes característicos de su mentalidad creativa.

Se puede apreciar la riqueza y complejidad de contenido artístico de las mejores creaciones de Agam en sus trabajos polifónicos en el "Salón Agam" del Centro Pompidou de París (1971), donde no sólo un panel, sino todo el espacio del salón, se halla continuamente en movimiento fluido, a medida que el espectador avanza por él. El contenido artístico de una obra de Agam no es, pues, el de una composición única, sino la suma total de las innumerables formas y composiciones que resultan de su transformación infinita. En otras palabras: en el arte de Agam, la transformación y la multiplicidad van de la mano.

Agam es mucho más creativo y versátil que otros artistas de su misma tendencia, como Victor Vasarelli, Nikolas Schoeffer, Jean Tingueli, Jesús Rafael Soto y Julio Le Parc. La versatilidad de su producción artística es pasmosa y puede ser percibido tanto en la gran variedad de materiales usados en sus trabajos como en la escala de los mismos, que puede variar desde un pequeño medallón hasta la fuente pública, o la fachada de un edificio de muchos pisos transformada por el artista en una enorme obra de arte cinético-polifónica espacial.

Desde 1970 en adelante, sus obras contienen a veces, además de las composiciones geométricas abstractas, elementos con significado simbólico, como la combinación de fuego, agua y sonido en la fuente de la Plaza Zina en el centro de Tel Aviv (1986). Algunos de sus trabajos incluyen mensajes claramente iconográficos, como el medallón holográfico (1985) que combina los símbolos de las tres religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islam.

En una categoría similar se hallan otras obras diseñadas como objetos rituales judíos: sus lámparas sinagogales; su menorá, un candelabro para la fiesta de Hanucá y su mezuzá (estuche que contiene un pergamino con versículos bíblicos que se coloca en la jamba de la puerta del hogar de una familia judía). La inclusión de estos trabajos es un aspecto importante y decisivo del trasfondo judío de Agam, al que permanece hondamente ligado. En publicaciones sobre la historia del arte moderno y contemporáneo, las obras de Agam son generalmente analizadas en términos puramente artísticos; sin embargo, él mismo ha recalcado siempre el trasfondo espiritual judío, no sólo en sus trabajos icónicos y rituales judíos sino en toda su obra, incluso en las piezas totalmente abstractas.

En 1967 escribió al final de la introducción a un álbum de sus obras: "Quisiera recalcar tres factores importantes que considero básicos en toda mi búsqueda y mi trabajo: el hecho de haber crecido en la tierra de Israel, rica en tradiciones... que tienen que recrearse de una forma nueva, para que puedan hallar su lugar en la vida moderna; el hecho de ser hijo de un rabino que durante toda su vida trató de disociar el espíritu de la materia; y el hecho de haberme familiarizado con la cábala y de haber aprendido a buscar la verdad interior".

Ya sea que se acepten las interpretaciones espirituales de Agam o no, su poder inventivo y su maestría, así como el rico y complejo contenido artístico de su obra, le han valido el respeto del público y la crítica y siguen constituyendo la principal fuente de interés y aprecio por sus trabajos. [Edición parcial del artíuclo publicado en Ariel 103 (1997)].


David Broza cantó en Madrid

Diego A. Manrique

Popular en Israel por sus incandescentes adaptaciones de Joan Manuel Serrat, Manzanita o Paco Ibáñez, David Broza ha vuelto a España para promocionar su más reciente trabajo, resultado de sus viajes por Estados Unidos. Pero los discos no preparan al curioso para lo que le espera cuando Broza. escarbando en el español que aprendió en la adolescencia, sale al escenario con su guitarra.

Desde el primer instante, Broza se comporta como un motor turbo: sus venas parecen a punto de estallar, sus cuerdas suenan a guadaña, la voz se eleva al cielo. En la recreación en directo de las nuevas canciones en inglés, Broza abandona los modosos modismos de James Taylor para aproximarse a los inflamados delirios vocales de Tim Buckley o John Martyn. No, esas ilustres referencias no sirven: el israelí arde con llama más intensa a la vez que maltrata su guitarra y el sistema de amplificación.

Los hachazos de sus dedos hacen que broten fraseos flamencos, aires rumberos. que son anegados por la urgencia de traducir un volcán de sentimientos. Al final de su bis, la guitarra se escapa de sus manos y se rompe contra el suelo. Consternación: es un modelo del luthier madrileño Contreras. Una visita que no puede pasar inadvertida: su arte es titánico. telúrico, tumbador. Eso sí, la Sociedad Protectora de Guitarras debería tomar cartas en el asunto: lo que hizo con la Contreras fue puro sadismo. [El País, 21 de noviembre de 1997].