Número 18 Madrid, febrero de 2000

PENSANDO EN LA POESÍA
Un centro diferente para discapacitados mentales

DAVID RATNER

El día da comienzo con un poema de Leah Goldberg.

En Beit Uri, en Afula, una residencia para discapacitados mentales que reciben un tratamiento basado en los principios antroposóficos de Rudolf Steiner, los residentes son considerados personas normales y corrientes que no entienden sus limitaciones.

En 1969 Devorah Schick, que entonces contaba 61 años, vendió su restaurante de la calle Montefiore en Tel Aviv, compró un terreno en un lugar que entonces era un erial en la cima de la colina Givat Hamoreh junto a Afula y construyó allí una pequeña casa. Cuando estuvo preparada la casa, subió a la colina con tres niños discapacitados mentales y una voluntaria.

Este fue el comienzo de Beit Uri, un centro y residencia para niños, jóvenes y adultos con distintos grados de discapacidad mental que se rige por los principios del método antroposófico. Treinta y un años después, la casa solitaria se ha convertido en una pequeña aldea con 82 residentes y una plantilla aún más numerosa. En marzo, Devorah Schick cumplirá 92 años. La mayor parte del día lo pasa en su silla de ruedas en una habitación de 10 metros cuadrados que se construyó en la casa original del centro. El único lujo que se ha permitido desde el principio es un retrete separado del que utilizan los residentes. El cuarto de baño lo comparten todos los que allí residen hasta hoy.

Por la tarde, Devorah Schick sale a darse un paseo por su reino. Los medios de comunicación no son de su agrado y sus colegas dicen que no merece la pena discutir con ella: se niega a reconocer incluso las ventajas demostradas de la apertura a los medios de comunicación a la hora de recaudar fondos o contar con el respaldo público. Este mes sólo se ha abierto un poco: Devorah Schick y varios residentes escogidos fueron invitados a Jerusalén a la ceremonia de entrega del premio "Maguén Hayéled" ("Escudo de la Infancia") otorgado por el Primer Ministro y el Consejo para la Protección de la Infancia. El premio le fue otorgado a ella personalmente y Ehud Barak, que insistió en estrechar la mano de cada uno de los residentes, aparece en el álbum de fotos del director del centro recibiendo el abrazo de uno de ellos.

Devorah Schick nació en 1908 en Checoslovaquia. Contrajo matrimonio con un banquero acaudalado que se negó a abandonar Praga en 1938, cuando el ejército alemán ya había cruzado la frontera. Schick se marchó y emigró a Israel sola con su hijo Uri, enfermo del corazón y discapacitado mental. Se instaló en Tel Aviv y empezó a trabajar como cocinera en un restaurante que acabó comprando. Uri murió a los 16 años de la enfermedad del corazón que sufría. Schick se marchó a Europa a hacer un viaje en busca de sí misma durante el cual visitó diversos organismos educativos para niños discapacitados. Dicha búsqueda le llevó a las teorías antroposóficas de Rudolf Steiner despertando su interés por los centros de educación especial, "la educación curativa" tal y como la definen los antroposofistas.

Cuando subió a la colina, Schick ya tenía claro que Beit Uri se regiría por el enfoque de Steiner. De acuerdo con sus principios, los residentes son alimentados con comida vegetariana, en la residencia no hay televisores ni en las aulas radio y no se oye música. Según el enfoque antroposófico la tecnología impide a los profesores y educadores prestar toda su atención a los residentes y atonta los sentidos de estos últimos. Schick dirigió el centro de forma estricta y lo mantuvo con el dinero que había obtenido de la venta del restaurante, pagos compensatorios de Alemania y donaciones.

En 1986, Beit Uri se convirtió en una institución pública gestionada por una asociación. Esta transformación no implicó una menor adherencia a los principios fundacionales del centro a pesar de que muchos de los educadores no pertenecen a la comunidad que aplica el método antroposófico en su vida cotidiana. En la aldea trabajan nuevos inmigrantes, un grupo numeroso de habitantes del pueblo beduino Shibli, soldadas cuyo servicio militar consiste en la prestación de un servicio nacional y 16 voluntarios, la mayor parte de los cuales son jóvenes alemanes que prestan un servicio nacional de 18 meses como alternativa al servicio militar en su país.

Beit Uri no es el único lugar en el que las personas discapacitadas pueden recibir tratamiento de acuerdo con el método antroposófico. En Kfar Refael, junto a Beersheva, existe una comuna antroposófica en la que adultos discapacitados son acogidos por familias. En el Kibúts Harduf, en el que se vive de acuerdo con los principios del citado método, también existe un centro de tratamiento para adultos con problemas psíquicos además de un centro para el tratamiento de niños cuyas familias tienen dificultades para atender sus necesidades.

El actual director de Beit Uri es Yossi Shahar, de 42 años, que cursó la escuela secundaria en una yeshivá y que se adhirió a la antroposofía a los veintitantos años de edad. Cuando se le pide que explique la diferencia teórica y práctica entre un centro antroposófico y los centros "convencionales" para discapacitados mentales explica que es un poco como la diferencia entre la medicina convencional y la medicina homeopática. "El médico en general trata los problemas que ve. El enfoque antroposófico considera que hay cosas que no se ven y ésa es la parte sana de las personas. Según el enfoque antroposófico no hay diferencia significativa entre mi persona y mi paciente. La persona limitada tiene ese mismo elemento de voluntad para hacer las cosas mejor. A menudo no tiene la capacidad, la consciencia o las herramientas necesarias para conseguirlo, y ésa es nuestra tarea."

La experiencia artística es una de las piedras angulares de la educación curativa de acuerdo con las enseñanzas antroposóficas. El círculo matutino semanal, el acontecimiento que inaugura la semana de estudio en la escuela de Beit Uri, lo empezó esta semana Yossi Shahar con la lectura de un poema de Leah Goldberg. "Un relámpago en la alborada" es un poema de difícil comprensión incluso para un alumno corriente de secundaria que lo oye por primera vez, pero Shahar dividió a los alumnos en dos grupos colocándolos uno frente al otro y recitó el poema despacio con ayuda de la mímica: "Un relámpago y un amanecer, una luz golpea a otra luz, dos caballeros luchan con sus espadas, desenfundan sus armas de las vainas de la negrura y los truenos retumban desde los confines..."

¿Pueden los residentes captar lo más mínimo de un poema como éste? Según Shahar, "la mayoría de los profesores de educación especial dirán que el director de Beit Uri está como una cabra. Uno de los problemas de la educación especial es que si dicen que el niño tiene la edad mental de dos años, aunque tenga dieciocho seguirán cantando con él canciones infantiles. De esta forma se les mantiene en la edad mental de los dos años negándoles la oportunidad de convertirse en adultos. Puede que los residentes no comprendan las palabras "negrura" o "confines", pero esta vivencia quizá les permita entender el enfrentamiento del relámpago. Del enfoque según el cual toda persona tiene una parte sana se deriva que siempre habrá en mí una parte sana a cualquier edad, aunque desde el punto de vista de mi desarrollo no supere la edad mental de los dos años."

"Todos deseamos hacer cosas distintas y nos vemos obligados a enfrentarnos a las limitaciones que nos impiden ser el mejor músico o el mejor periodista. Los residentes tienen un gran problema a la hora de hacer frente a sus limitaciones; no comprenden su limitación y tienen tendencia a evitar enfrentarse a ella. Esta huida de la realidad es un problema que tienen en común con los drogodependientes y los alcohólicos. Nosotros queremos proporcionarles la protección necesaria para que quieran enfrentarse a sus limitaciones."

Beit Uri es un hogar para toda la vida. Por ello, el centro no acogerá a nuevos residentes en el próximo futuro. Los residentes están repartidos en casas de acuerdo con su edad, dos o tres por dormitorio. Hay secciones separadas para hombres y mujeres. Lo que más llama la atención es la limpieza. La rutina diaria no varía: se despiertan a las seis de la mañana, desayunan y limpian la casa hasta las ocho. Están en la escuela o los talleres hasta las 12 del mediodía, hora a la que almuerzan para después descansar y a las tres salen a realizar diversas actividades hasta la hora de la cena. Los residentes en edad escolar estudian en cinco clases en la escuela del centro. Los adultos trabajan en los talleres. Para algunos de los residentes, las actividades de la tarde pueden incluir el trabajo fuera de Beit Uri o un concierto de música. Shahar nos cuenta que un tercio de los residentes tiene abono en la Orquesta de los Kibúts. Se invierte mucho dinero en excursiones diarias, natación y equitación terapéutica.

El edificio de los talleres es probablemente el más impresionante del lugar. El trabajo confiere a los residentes la dignidad de quien produce algo necesario, no se trata de una actividad ocupacional como las que se llevan a cabo en otros centros para discapacitados. Con ayuda del personal del centro, cada residente escoge el trabajo que mejor le parece y que desempeñará durante varios años. La producción se vende en bazares y tiendas.

Z, de 28 años, trabaja en el taller de fabricación de velas. Vino de Londres. Su madre era una joven israelí que viajó a Inglaterra para dar a luz a un hijo no deseado y cederlo en adopción. Al nacer el niño con el Síndrome de Down, la familia adoptiva cambió de idea. El niño fue adoptado por un rabino ultraortodoxo que le trajo a Beit Uri a la edad de tres años. En el cuarto de al lado hay un taller de productos alimenticios. Dos residentes ayudan a cocer frutas para hacer mermelada. Un tercer residente, Toto, de 17 años, no parece dispuesto a cooperar. No está de humor para cocinar. La profesora intenta quitarle de las manos una manzana y Toto, que le saca dos cabezas, se opone con fuerza. Tras una pugna breve pero insistente por parte de la profesora, la manzana vuelve a su cacerola. Yossi Shahar dice que de vez en cuando se producen accidentes. La propia Devorah Schick se rompió no hace mucho el hueso de la cadera cuando una residente que iba corriendo al cuarto de baño tropezó con ella haciéndola caer al suelo.

En el taller de mimbre, la monitora Ela está sentada en una silla y un residente cariñoso cae sobre ella para abrazarla. En el centro de la habitación, aislado de lo que ocurre, Eldar teje una cesta con diligencia. Eldar es ciego, sordo y mudo. Ela le ayuda a explorar con las manos el modelo inicial de cesta y entonces Eldar se aísla y pone manos a la obra. Con la cabeza gacha y movimientos rápidos y precisos, retuerce los juncos doblándolos por detrás de la espalda, se asegura con la yema de los dedos de que las puntas no están tronchadas y teje la cesta con celeridad. Eldar trabaja aquí cuatro horas al día, cinco días a la semana y Yossi Shahar dice que si no le levantasen de la silla al final de la jornada laboral estaría dispuesto a quedarse trabajando hasta caer agotado.

La escuela está junto al edificio de talleres. La contemplación de la clase más joven en la que se está impartiendo una lección de música es una agresión para los sentidos de cualquier persona sana. La profesora, que tiene dos ayudantes, enseña a cinco niños discapacitados a bailar. Los niños obedecen colocando las manos como les indican las profesoras y pisando en el lugar adecuado pero sus miradas son obtusas y la única sonrisa del aula es la de la profesora que no se da por vencida. Yossi Shahar se une al círculo para ayudar. El niño con el que está bailando se abraza a él desesperadamente y no se quiere despegar. En las clases de más edad hay de cuatro a seis alumnos. Gal y Fuad están en la clase de 16 años sentados en el mismo banco. Gal creció con el apoyo de una familia acomodada en Ramat Gan. Fuad fue encontrado desnudo hace nueve años en un campamento beduino del sur, atado al palo de una tienda, arrastrándose a cuatro patas y gruñendo. Después de que su historia se publicara en los medios de comunicación y después de que la conmoción pública se atenuara, el único centro que estuvo dispuesto a acogerle fue Beit Uri.

La mayor parte del personal de los talleres recibe poco más que el salario mínimo. Shahar dice que el Ministerio de Trabajo y Bienestar Social no ayuda al pago del personal porque el Ministerio no reconoce la existencia de talleres en los centros para discapacitados. El apoyo financiero lo recibe únicamente quién trabaja como monitor o como acompañante de un grupo.

Al preguntarle a Shahar cómo puede saber que un niño discapacitado está "mejor" en un centro que se rige por los principios antroposóficos, éste se encoge de hombros: "No puedo saberlo. Sólo puedo guiarme por la reacción de los demás. Dicen que aquí los residentes sonríen más". [Haaretz].