Número 14 Madrid, mayo-junio de 1998

Un velo de plata
y una taza de café
El Museo de la Cultura
Beduina en Israel

El Museo Beduino en el desierto del Néguev de Israel pretende preservar la cultura de este pueblo nómada de la región, cultura que está desapareciendo rápidamente. Entre los múltiples visitantes que vienen a aprender sobre la vida en el desierto y a admirar las espectaculares obras de arte, se cuentan miles de niños beduinos.

Lili Eylon

En los últimos seis meses, alrededor de 2.000 niños beduinos se contaron entre los miles de visitantes en el Museo Beduino Joe Alon, que se encuentra en el desierto del Néguev de Israel, para aprender sobre su propia cultura, que ahora se está desvaneciendo lentamente. Aprendieron sobre la historia de las diversas tribus, vieron exhibiciones sobre medicina tradicional, costumbres familiares y festividades, y admiraron las alfombras tejidas en telar, los vestidos bordados, las joyas de plata, esculturas y pinturas, así como los trabajos en madera, cuentas y cuero de artistas y artesanos beduinos.
La palabra beduino proviene del árabe badawi hombre del desierto. Los nómadas del desierto han sido un fenómeno constante en los áridos bordes de la Media Luna Fértil desde los comienzos de la civilización. Eran conocidos con diferentes nombres en el pasado; pueden haber sido los amalecitas de la Biblia o los sarkenitas de los romanos.
Muchos de los ritos, costumbres y artefactos beduinos se están haciendo escasos, porque este pueblo nómada, que durante seis siglos ha estado vagando en el desierto del sur de Israel, gradualmente se está asentando en aldeas y centros urbanos. El resultado de este paso de la carpa a la casa, a un modo de vida nuevo y diferente, es que gran parte de las antiguas formas de vida y la civilización material estén desapareciendo.
El Museo Beduino Joe Alon, probablemente el único museo beduino del mundo, se estableció en 1985 cerca del kibúts Lahav. Su objetivo es preservar la cultura beduina tradicional. El núcleo de la rica colección del museo fue conseguido por su directora, Orna Goren, arqueóloga, antropóloga y museóloga. Originalmente, el museo se planificó para ser ubicado en un lugar en el desierto del Sinaí, cerca del Monasterio de Santa Caterina. Pero cuando Israel se retiró del Sinaí a consecuencia del Tratado de Paz con Egipto, se buscó un nuevo lugar, y se lo encontró cerca del kibúts Lahav, cuyos miembros habían tenido una idea similar. Uno de los miembros del kibúts, Uzi Jalamish, que había desarrollado una estrecha amistad con los beduinos de la zona, había empezado, muchos años antes, a coleccionar objetos artesanales beduinos y herramientas caseras, exhibiéndolos en el kibúts. Ambas colecciones se combinaron para crear este museo especial. Cuando los beduinos de la región se enteraron de la erección de este depósito de su cultura, donaron miles de objetos. Uno de esos regalos fue un velo facial de monedas de plata otomanas entrelazadas con cuentas y piedras de colores, cada una de ellas destinada a proteger a su dueña contra todo tipo de mal: dolor, infertilidad, mal de ojo.
Muy insólito entre los bordados tribales es el de la tribu Jabalia, cuyos antepasados se cree que fueron traídos al sur del Sinaí desde Rumania por el emperador romano Justiniano para servir como monjes del monasterio de Santa Caterina, en el siglo VI. Sus modelos de bordado, exhibidos en el museo, incluyen inconfundibles elementos balcánicos.
"Dado que es una civilización viva", explica Orna Goren, "la idea no es un museo estático, sino un intento de aproximarse a la vida lo más posible". Una anécdota que relata Goren lo ilustra: "Un día, en los primeros tiempos del museo, un viejo beduino que trabajaba en el kibúts vino a ver la exposición. Lo dejé para preparar una taza de café, pero cuando volví, no logré verlo. Entonces lo descubrí: estaba durmiendo apaciblemente sobre los almohadones colocados en la arena de la carpa beduina que se exhibía. Así me di cuenta que nuestras exposiciones eran realistas".
Cada una de las tribus que viven en los desiertos del Néguev y del Sinaí tiene sus propias características, dependiendo si vagan por las montañas, cerca del mar o en los oasis aislados. Los beduinos del Néguev, donde hay suficiente precipitación pluvial para conseguir cosechas de granos y animales domésticos, viven de forma totalmente diferente de los beduinos del centro-sur del Sinaí, que subsisten de la caza y los árboles frutales en los oasis de las montañas, o de los beduinos de la costa oriental del Sinaí, que viven de la pesca. Uno de los temas del museo es la comparación de estos diferentes estilos de vida y los modos en que los beduinos se adaptan a su difícil medio ambiente.
Ocupando todo el piso de abajo, una exhibición plantea la escasez de materia prima en la vida de los beduinos nómadas y muestra cómo se supera criando animales domésticos y las muchas maneras en que estos animales sirven al ser humano. Además de la carne y los productos lácteos que proporcionan los camellos, los chivos y las ovejas, la lana de esos animales es empleada para hacer mantas, alfombras, y material para ropa y carpas; sus cuernos y pezuñas son convertidos en juguetes para niños; su piel en ropas, alforjas y utensilios de cocina y almacén, incluyendo jarras de miel hechas de tripas de camello.
El camello, para el cual el idioma árabe cuenta con más de una docena de nombres, se exhibe aquí con sus diversas alforjas, decoraciones y equipo de montar. Una de las atracciones de la exhibición permanente es una réplica exacta de un ghitar, un camello totalmente enjaezado para una boda. El guía explica que el animal tiene lugar para dos: la novia, generalmente de 13 años de edad, y una amiga que vigila que no se escape.
El lugar tradicional donde habita el beduino es tal como se lo ilustra aquí: una carpa levantada en la arena del desierto. Los beduinos llaman a sus carpas "casas de pelo" por las diferentes clases de pelo de animales de las cuales están hechas. Una carpa familiar de invierno, por ejemplo, está hecha de pelo de chivo, que mantiene el interior seco.
Las actividades regulares del museo incluyen clases y demostraciones realizadas por una mujer beduina sobre el antiguo método de tejer, el ritual de la preparación del café, la preparación de pitas (pan árabe) y bordado. El museo también organiza visitas a las nuevas aldeas beduinas para aprender acerca de los problemas y procesos en el cambio de estilo de vida.
Una vez que el visitante termina su recorrido por el museo, se le invita a sentarse sobre los almohadones de una carpa beduina en la parte posterior del edificio, donde Salim, un beduino de una de las tribus de la cercanía muele y tuesta café fresco y responde a las preguntas sobre la vida beduina en hebreo, árabe o en un inglés balbuceante. También toca una rababa, el violín beduino de una sola cuerda, hecho del pelo de la cola de un caballo. "Una vez", recuerda Goren, "un visitante beduino trató de tocar el instrumento, pero dijo 'el rababa tiene sed'. Se había secado, entonces salió y encontró savia de un pino y frotó con ella la cuerda' como se hace tradicionalmente".
El museo, ubicado a una hora y media de viaje desde Jerusalén y Tel Aviv, y a media hora de Beersheva, lleva el nombre del coronel Joe Alon, uno de los primeros pilotos de combate de Israel, agregado aéreo de la Embajada de Israel en Washington, asesinado en julio de 1973, pocos días antes de retirarse. En el museo, los miles de visitantes anuales pueden ver la existencia beduina, la vida en la carpa, prácticas de agricultura, mujeres trabajando y niños jugando, con juguetes hechos de latas y pedazos de madera y goma. El museo también refleja la conjunción de la vida antigua y moderna en la civilización beduina, exhibiendo, por ejemplo, coberturas de cuentas para una radio portátil, encontrada en una carpa junto a vasijas de barro y paja.
[Centro de Información de Israel.]

 

Para más información:
Centro Joe Alon, Museo de la Cultura Beduina
D.N. Néguev 85335
Tel. (972)-7-991-8597
Fax: (972)-7-991-9889
e-mail: [email protected]