El proceso de paz en oriente próximo y las relaciones España-Israel

Ehud Gol
Embajador de Israel

Institut Català de la Mediterrània
Barcelona, 1 de febrero de 1996

Excellentíssimes autoritats, Honorables Senyors Cònsols, Senyores y Senyors,

És per a mi un honor i un plaer estar avui amb vosaltres, i vull agraïr els organitzadors haver-me convidat a cloure aquest Cicle de Conferències. Sense restar importància al fructífer passat comú de convivència de jueus i catalans en aquestes terres a l'edat mitjana, no crec necessari remuntar-se a èpoques tan remotes per posar de manifest els estrets víncles de Catalunya amb els jueus i amb Israel.

Es para mi un honor y un placer estar esta noche aquí entre ustedes y quiero agradecer a los organizadores el haberme invitado a clausurar este ciclo de conferencias. Sin restar importancia al fructífero pasado común de convivencia de judíos y catalanes en estas tierras en la época medieval, creo que no es necesario remontarse a épocas tan remotas para poner de manifiesto los estrechos vínculos de Cataluña con los judíos y con Israel. La comunidad judía de Barcelona es una de las más antiguas y arraigadas de las establecidas en la España contemporánea. Desde muchos años antes del establecimiento de relaciones, la ARCCI ha desplegado una intensa actividad de acercamiento cultural. El President de la Generalitat es un gran amigo del pueblo judío y de Israel, y nos ha honrado ya en dos ocasiones visitando nuestro país. La ciudad de Girona viene realizando desde hace varios años un gran esfuerzo para recuperar su pasado judío. Las relaciones comerciales y turísticas son así mismo muy intensas. Todo ello ha hecho realidad una antigua aspiración: la apertura, hace año y medio, de un Consulado de Israel en Barcelona y el nombramiento del Sr. D. David Melul, un gran amigo de Israel desde hace muchos años, como Cónsul Honorario, lo que ha estrechado aún más nuestros vínculos en todas las áreas.

Y ahora voy centrarme en el primer tema de mi conferencia:

Diez años de relaciones diplomáticas España-Israel

España, Sefarad, ocupa un lugar singular en la memoria histórica del pueblo judío y de los israelíes. En Al-Andalus, Castilla, Aragón y Cataluña se escribieron algunas de la páginas más gloriosas de la historia judía. En Sefarad florecieron la literatura hebrea secular y religiosa, se redactaron códigos legales y comentarios bíblicos que influyeron de modo determinante en el pensamiento judío y vieron la luz obras médicas, astronómicas y cartográficas que contribuyeron al desarrollo de la ciencia medieval. La coexistencia en tierras hispanas de judíos, cristianos y musulmanes convirtió en puentes de cultura y centros del saber a las ciudades de Sefarad. Pero la historia judía en Sefarad no es sólo una historia de esplendor, sino también de dolor y sufrimiento. La intolerancia, las persecuciones, las conversiones forzosas y la trágica expulsión de los judíos de España en 1492 acabaron con la creativa y floreciente vida judía en Sefarad. Los expulsados llevaron al exilio su lengua, sus tradiciones y su herencia hispánicas. Hasta fechas recientes el judeoespañol fue la lengua de los sefardíes, en ella se expresaban en su vida cotidiana y fue vehículo de su expresión literaria. Hoy, la mayor comunidad sefardí vive en Israel.

Las relaciones hispano-israelíes tienen, pues, unas raíces históricas profundas que las diferencian de las de Israel con otros países europeos. La expulsión de los judíos de Sefarad en 1492, uno de los episodios más dramáticos de nuestra historia, dejó una honda huella en la conciencia histórica, en la cultura y en la literatura de la diáspora judía y de Israel a lo largo de las generaciones.

Israel estableció relaciones con la mayoría de los países europeos inmediatamente después de su independencia en 1948. España fue uno de los últimos países europeos con los que intercambiamos embajadores. Si tenemos en cuenta los importantes vínculos históricos que unían España y el pueblo judío, lo natural hubiera sido que las relaciones se hubieran establecido nada más crearse el estado de Israel, en 1948, cerrando así un vacío de cerca de cinco siglos. Pero diversos factores políticos retrasaron enormemente este paso, y a los cinco siglos de distanciamiento se sumaron, metafóricamente hablando, otros treinta y ocho de vacío.

Con el intercambio de embajadores entre España e Israel se ponía fin a una anomalía histórica que había venido determinada por las singulares condiciones históricas y políticas españolas. Desde entonces hemos recorrido un largo camino en la normalización y el estrechamiento de las relaciones.

Hoy, transcurrida una década, es importante analizar las razones que llevaron al establecimiento de las relaciones y las distintas etapas que caracterizan este período.

Las condiciones para el establecimiento de relaciones diplomáticas mejoraron especialmente con el inicio de la transición en España. El proceso de democratización en España iniciado a finales de 1975 y la mayor apertura hacia Europa que trajo consigo, influyó de modo determinante en amplios sectores de la opinión pública española, que consideraban que había que poner fin a una anomalía histórica —la ausencia de relaciones— e iniciar un nuevo capítulo en las relaciones entre los dos pueblos. En realidad, las condiciones para el establecimiento de relaciones ya estaban maduras mucho antes de 1986.

Pasados los años, y ya con alguna perspectiva, podrían escribirse infinidad de libros sobre el papel que desempeñaron diversas instituciones y personalidades que trabajaron en favor del establecimiento de relaciones y sobre los factores históricos y políticos que lo condicionaron. El gobierno de Israel realizó una intensa labor diplomática para acelerar el establecimiento de relaciones. La amplia actividad desplegada por algunas organizaciones judías, la sistemática y eficaz labor de las comunidades judías de España y de las asociaciones de amistad, contribuyeron a crear el clima adecuado. Además, amplios sectores de la sociedad española y de su clase política iban tomando conciencia de que el establecimiento de relaciones con Israel no implicaba necesariamente la pérdida de las relaciones especiales con el mundo árabe y que la cada vez más importante presencia española en Europa y el ingreso en la Comunidad Europea reforzaban la necesidad de poner fin a esta anomalía histórica.

El establecimiento de relaciones diplomáticas el 17 de enero de 1986 produjo una gran alegría en Israel y entre los judíos de la diáspora. El establecimiento de relaciones entre España e Israel fue un acontecimiento histórico que cerraba dos ciclos, uno de 500 años de traumáticas relaciones entre España y el pueblo judío y uno de 38 de anomalía histórica.

Los diez años de relaciones pueden dividirse en dos etapas. Durante los primeros años las relaciones fueron consolidándose, aunque lenta y tímidamente debido al peso de un prolongado vacío de relaciones y a la difícil situación de Israel en la escena internacional provocada por el inicio de la intifada (diciembre de 1987). A pesar de ello, España pudo percibir que las relaciones diplomáticas con Israel no le perjudicaban.

No cabe duda de que en el futuro, y con una mayor perspectiva histórica, los analistas destacarán la Conferencia de paz de Madrid (octubre de 1991) como un momento clave en el desarrollo y consolidación de las relaciones bilaterales entre nuestros países. La decisión del entonces Secretario de estado norteamericano James Baker de elegir Madrid como sede de la Conferencia de paz, vista retrospectivamente, se transformó en un catalizador de las relaciones entre España e Israel.

La Conferencia de Madrid, pues, marca el inicio de una nueva etapa en las relaciones bilaterales entre España e Israel, caracterizada por la normalización y el estrechamiento de las relaciones en todos los ámbitos. En diciembre de 1991, inmediatamente después de la Conferencia, Felipe González realiza la primera vista oficial de un presidente del gobierno español a Israel. Pocos meses después se cumplía el quinto centenario de la expulsión de los judíos de España. Las conmemoraciones españolas de Sefarad 92 no sólo tuvieron un marcado carácter cultural e histórico, sino también un profundo sentido de reconciliación. En el marco de estas conmemoraciones, el presidente de Israel Haim Herzog y su esposa visitan España, participando junto a Sus Majestades los Reyes en el histórico acto de la sinagoga de Madrid. Un año después tuvo lugar la visita de Sus Majestades los Reyes a Israel, que fueron recibidos con especial cariño e ilusión por los israelíes, como si aquella visita hubiera cerrado un círculo en las relaciones entre ambos pueblos. La cálida acogida otorgada a Sus Majestades en su visita a Jerusalén, capital de Israel, ponía de manifiesto el largo camino que habíamos recorrido juntos. Durante la visita se firmaron seis importantes acuerdos bilaterales: supresión de visados; cooperación científica y tecnológica; cooperación en materia de medio ambiente y conservación de la naturaleza; cooperación energética; lucha contra la desertización; fomento de la cooperación en investigación y desarrollo industrial y tecnológico; y cooperación agrícola.

Las relaciones entre los dirigentes políticos de ambos países también han ido estrechándose. Durante estos años, son muchos las ministros, presidentes autonómicos y parlamentarios españoles que han visitado Israel, muchos los israelíes que han venido a España, y numerosos han sido los encuentros en diversos foros internacionales.

Todo ello demuestra que las relaciones hispano-israelíes han tomado un nuevo rumbo, el de la normalidad, que se refleja en la intensificación de las relaciones a todos los niveles en todas las áreas.

El pasado judío de España es parte de nuestro acervo histórico y cultural común, por lo que las relaciones en el ámbito cultural en todo lo relacionado con el mundo hispanojudío y sefardí han sido especialmente fluidas e intensas. Los antiguos caminos de Sefarad constituyen hoy uno de los más sólidos puentes entre nuestros pueblos.

Sin restar importancia al pasado común, considero que las actuales —y sin duda las futuras— relaciones entre España e Israel se basan en otros factores directamente relacionados con la actual situación histórica, política y económica. Los desafíos que se presentan ante nuestras sociedades para las próximas décadas son en muchos casos similares.

El intercambio de visitas de conjuntos de danza y música, orquestas, exposiciones, artistas, científicos y delegaciones comerciales se ha ido convirtiendo en un hecho habitual. El intercambio turístico ha aumentado gradualmente de modo significativo en los últimos años (en 1995, 60.000 israelíes visitaron España y 30.000 españoles Israel), y el acuerdo de supresión de visados está facilitando las visitas en ambos sentidos.

El intercambio comercial también ha tenido un importante crecimiento. Tras una década de relaciones, el volumen de intercambio comercial a finales de 1995 era de unos 800 millones de dólares anuales, con un saldo favorable a España. Las expectativas de desarrollo del intercambio comercial durante la segunda década de relaciones son enormes, en parte gracias al nuevo acuerdo entre Israel y la Unión Europea. La cota de los 1.000 millones dólares es un objetivo que alcanzaremos incluso antes del año 2000.

El semestre de presidencia española de la Unión Europea ha demostrado el buen momento de las relaciones entre España e Israel también en su contexto europeo. El pasado mes de noviembre, tras muchos meses de complejas y en ocasiones difíciles negociaciones, Israel y la Unión Europea firmaron el pasado 20 de noviembre en Bruselas el nuevo acuerdo de asociación. Los buenos oficios de la diplomacia española ante la UE facilitaron el camino para la redacción del texto final del acuerdo. Durante la presidencia española la UE miró un poco más hacia el Mediterráneo, no sólo organizando la Conferencia Euromediterránea, sino también aprobando la concesión de importantes ayudas económicas para los países del norte de África. Esto redundará en un mayor desarrollo y estabilidad en torno a nuestro mar común, y facilitará el diálogo de Israel con los países del Magreb.

Hace sólo diez años que establecimos relaciones diplomáticas. Durante estos años hemos superado viejos resentimientos, y estamos trabajando juntos para estrechar las relaciones en base a intereses comunes en los más diversos campos. Durante los días que siguieron al asesinato de Yitzhak Rabin recibimos innumerables muestras de dolor, de apoyo y de condolencias de los españoles, de todas las personalidades políticas, pero también, y eso es lo más emotivo para mí, de todos aquellos ciudadanos que han querido acercarse a nosotros en momentos difíciles. Esta es la expresión tangible, la prueba inequívoca del clima de amistad y calidez que caracteriza las relaciones entre nuestros pueblos. Las relaciones humanas son el componente esencial en las relaciones entre pueblos y estados. Las simpatías entre las gentes de ambos países van consolidándose, y españoles e israelíes estamos escribiendo juntos un nuevo capítulo de nuestra historia común, un capítulo de amistad y entendimiento mutuo.

Superada la barrera del distanciamiento y de la incompresión, hemos situado las relaciones en el nivel que corresponde a dos estados con un pasado común, que comparten los mismos valores democráticos y que desde orillas opuestas del Mediterráneo aspiran a establecer vínculos que favorezcan el desarrollo y el entendimiento de sus pueblos.

Por todo ello, hay motivos para ver con optimismo y esperanza el estrechamiento de las relaciones entre España e Israel durante la segunda década de relaciones.

Y parece inevitable que en un foro como este un embajador de Israel dedique algunos minutos al proceso:

Proceso de paz

La sociedad y las instituciones israelíes van recuperándose lentamente de la tremenda conmoción que causó el asesinato de Rabin. La democracia israelí ha dado pruebas de su enorme arraigo en la sociedad, y las fuerzas políticas han hecho un alarde de juego limpio y respeto a las urnas. La vida política sigue su curso, y a finales de octubre celebraremos elecciones. Sin duda, y en mayor medida que en ninguna de las consultas anteriores, los israelíes votarán en función de las posturas de los partidos ante el proceso de paz, dejando relegadas cuestiones internas tan importantes como la economía, el bienestar social u otras.

Israel vive inmerso desde hace cuatro años en un complejo y en ocasiones difícil proceso de paz con sus vecinos. Desde la creación del estado de Israel, la máxima aspiración de la sociedad israelí y de todos los gobiernos ha sido la de alcanzar una paz justa y estable. Las actuales condiciones geopolíticas internacionales y en nuestra región, así como la fortaleza de Israel —tanto a nivel político y militar, como económico y social— pueden hacer realidad nuestros sueños de paz. En el plano económico, citaré algunos datos para ilustrar lo que vengo diciendo: 5 millones y medio de israelíes producen 85 mil millones de dólares al año —más que los 75 millones de árabes en Egipto, Jordania, Siria, Líbano y los palestinos juntos—. Esto no es una situación pasajera, sino que es un fenómeno constante. La tasa de crecimiento de la economía de Israel —con un promedio superior al 6% en los últimos años— es la segunda del mundo. En 1995, este crecimiento fue de aproximadamente un 6,5%. También estamos teniendo éxito en la contención de la inflación, que en 1995 fue del 8,1%, la más baja en 26 años, y la tasa de desempleo también ha descendido.

En los últimos cinco años han llegado a Israel más de setecientas mil personas (75.000 en 1955), la élite de un poder en desintegración. Nos han traído sus conocimientos humanos, su fuerza y una contribución inmediata a nuestro desarrollo económico, tanto en la producción como en el consumo. Todos estos factores —el poder político de Israel, su fuerza militar estratégica y el progreso económico y social— se combinan para crear la actual realidad de Israel; y es esta posición de fuerza la que permite a Israel considerar fríamente las ventajas de la paz en oriente próximo —la paz con Siria y la paz con el Líbano, buscando establecer relaciones con los países del Golfo Pérsico, la península arábiga y el norte de Africa— sin ignorar los riesgos calculados que debemos asumir para alcanzar la paz.

No nos engañamos pensando que los sentimientos y aspiraciones de todo el mundo árabe han cambiado. El cambio se ha producido entre sus líderes, que han asumido la realidad de nuestra fuerza y el hecho de que no pueden borrarnos del mapa. Seguiremos manteniendo unas fuerzas de defensa fuertes para mantener la ventaja estratégica de Israel.

Los acuerdos de paz, en la medida en que se logren protegiendo nuestros intereses vitales, contribuyen a la seguridad; no son un impedimento para ella ni la disminuyen. El proceso de paz es una cuestión nacional que requiere una responsabilidad y un esfuerzo supremos.

En este momento los esfuerzos del gobierno de Israel se centran principalmente en avanzar en la paz con los palestinos en el marco de los acuerdos Oslo 1 y Oslo 2 y en encontrar un camino para avanzar en las negociaciones con Siria.

Palestinos

El gobierno de Jerusalén ha emprendido un camino cuya meta es resolver el conflicto palestino-israelí, a partir del profundo deseo de liberarse de su control sobre otro pueblo.

A pesar de las dificultades, a pesar del terrorismo y a pesar de los recelos, hemos avanzado significativamente en el camino hacia la paz con los palestinos. Desde la firma del acuerdo interino el pasado mes de septiembre, Israel ha transferido a la Autoridad palestina el poder sobre seis ciudades de Cisjordania. Hace días tuvieron lugar las elecciones palestinas, tal y como se recogía en los acuerdos. El Consejo ejecutivo que se forme deberá modificar la Carta Nacional Palestina, suprimiendo todos los capítulos que preconizan la destrucción de Israel. Después, en mayo, iniciaremos las conversaciones para alcanzar el acuerdo definitivo entre Israel y la Autoridad palestina.

La firma del Acuerdo interino (Oslo 2) el pasado 28 de septiembre volvió a abrir —si es que alguna vez llegó a cerrarse— el debate interno en Israel sobre las negociaciones con los palestinos. En la sociedad israelí existe un consenso general sobre la necesidad de alcanzar la paz, si bien hay amplios sectores que no están de acuerdo con la forma de las actuales negociaciones con los palestinos. El gobierno de Israel debe hacer frente a una fuerte oposición interna cada vez que se da un paso en las negociaciones con Arafat. Los ciudadanos de Israel, y por lo tanto su gobierno, necesitan el cese de la violencia y del terrorismo para comprobar que las negociaciones en curso conducen a la paz y la estabilidad.

El camino hacia la reconciliación entre israelíes y palestinos quedó abierto cuando la OLP reconoció al estado de Israel y renunció a la violencia como medio para lograr sus objetivos, a la vez que aceptaba la búsqueda de una solución política al conflicto basada en acuerdos encaminados al establecimiento de un autogobierno palestino. Este cambio en la estrategia de la OLP hizo posible el acuerdo de Oslo, firmado en Washington en septiembre de 1993, abriendo las puertas a una solución pacífica basada en las resoluciones 242 y 338 de la ONU, que se ha materializado en el acuerdo Gaza-Jericó primero, por el que se establecía la Autoridad Palestina autónoma, y en la firma del Acuerdo Interino, que ha hecho posible la transferencia del poder a otras ciudades de Cisjordania y la celebración de las elecciones palestinas.

En el año que siguió a la firma del acuerdo de Oslo 1, el terrorismo palestino del Hamás y otros grupos radicales ha causado más muertes y más violencia que en ninguna otra época anterior. El recrudecimiento del terrorismo no se debe a los retrasos que ha sufrido la negociación de los acuerdos entre israelíes y palestinos, ya que el objetivo de los terroristas no es acelerar el proceso de paz sino acabar con él. Los ataques terroristas son un obstáculo para la paz, y complican las posibilidades de avanzar en las negociaciones.

Por primera vez israelíes y palestinos trabajan juntos para erradicar el terrorismo. La policía y las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina están luchando contra el terrorismo y actuando contra elementos fundamentalistas violentos en áreas bajo su control. Los resultados de esta política se reflejan en el creciente éxito en la prevención de ataques terroristas, en la confiscación de armas ilegales, etc. Desgraciadamente, el terrorismo continúa azotando a Israel con ataques suicidas perpetrados por quienes desean asesinar al proceso de paz. El proceso de paz y el desarrollo económico que traerá consigo son el mejor, o quizás el único camino para erradicar esta amenaza.

Desde el establecimiento de la Autoridad Palestina puede apreciarse un cambio real en Gaza y en las relaciones generales entre israelíes y palestinos. La Autoridad Palestina gobierna la vida de más de un millón de personas en Gaza y Cisjordania con creciente efectividad. El área ha experimentando un desarrollo sin precedentes, y se ha iniciado un cambio social positivo y de largo alcance.

La consolidación de la paz y el apoyo de los pueblos de la región a este proceso dependerá en gran medida del desarrollo de la economía palestina. El acuerdo interino dedica un capítulo entero a las relaciones económicas entre Israel y los palestinos. La creación de intereses económicos conjuntos impulsará sin duda la negociación política, y contribuirá a aislar a los enemigos de la paz.

El apoyo económico de la comunidad internacional a la autonomía palestina es fundamental en esta nueva etapa del proceso de paz. Europa, por sus vínculos históricos, políticos y económicos con los países de oriente próximo, está llamada a desempeñar un papel importante en el proceso de paz, no sólo a través de la ayuda económica, sino también a nivel político y diplomático.

El conflicto palestino-israelí se considera el núcleo del conflicto árabe-israelí, por lo que esperamos que el avance en el proceso de paz con la Autoridad palestina abra la puerta hacia nuevos acuerdos con nuestros vecinos.

El conflicto, que en el pasado era definido como existencial e insoluble, un conflicto que constantemente amenazaba con encender la llama de otra guerra regional, parece estar hoy a punto de solucionarse, gracias al deseo común de Israel y los palestinos de finalizarlo, sin dejarse derrotar por las dificultades, para dar a las gentes de la región una nueva esperanza y un futuro más brillante.

Siria y Líbano

Lograr la paz con Siria y Líbano es un interés estratégico vital de Israel. La paz con Siria —y por lo tanto las actuales negociaciones— gira en torno a cuatro ejes principales: normalización de relaciones, garantías de seguridad, acabar con los centros terroristas en Siria y Líbano, y garantizar un reparto justo del agua. Los componentes de la paz están fuertemente relacionados. La ecuación correcta debe ser la siguiente: profundidad de la retirada equivalente a la calidad de la paz y a las garantías de seguridad. Nuestra meta es la normalización plena, con embajadas y fronteras abiertas a personas, productos y servicios. Nuestro objetivo es el fin de los ataques terroristas planificados desde Siria y Líbano. También buscamos un acuerdo de paz separado con Líbano.

Si encontramos una disposición a aceptar estos elementos, el gobierno de Israel estará dispuesto a examinar las disposiciones de seguridad y la profundidad de la retirada a ser consideradas en este contexto.

Ahora debemos ver si existe una opción verdadera de paz que merezca ser examinada. Nos conviene poner esto en claro, porque la ausencia de paz con Siria nos obligaría a mantenernos en alerta constante, a un costo mayor y con una mayor inversión de medios. Esperamos que las negociaciones que iniciamos en Estados Unidos hace tres semanas y el último viaje del Secretario de Estado norteamericano a Siria e Israel, contribuyan a despejar definitivamente las incógnitas sobre el alcance de la voluntad de paz del gobierno sirio.

No hay procesos perfectos. La perfección debe buscarse en otra parte, no en la vida real, y menos en la política o la diplomacia. Pero estamos hablando de una oportunidad importante de cambiar una realidad cuya persistencia podría resultar muy costosa. Debemos examinar esta posibilidad con valor, dispuestos a considerar los riesgos necesarios para lograrla.

Egipto, Jordania y otros países del mundo árabe

La consolidación del proceso de paz y los avances producidos en las negociaciones con los palestinos han traído consigo otros resultados importantes en la mejora de las relaciones con Egipto, pionero de la paz con Israel. Desde la firma del acuerdo en 1979, las relaciones con Egipto fueron frías. En los últimos años Egipto e Israel trabajan juntos para promover la paz en la región, y la mediación egipcia ha contribuido en ocasiones a abrir nuevos cauces de diálogo entre Israel y sus vecinos. Por otra parte, egipcios e israelíes han iniciado en los últimos años diversos proyectos relacionados con la energía, la agricultura, el turismo, etc. En mi anterior cargo como Director General de Cooperación Internacional pude participar personalmente en la preparación de algunos de estos proyectos.

La firma de la paz con Jordania también ha sido posible gracias al progreso en las negociaciones con los palestinos. Hace poco más de un año que firmamos el acuerdo con Jordania, y en este corto espacio de tiempo ya podemos decir que las relaciones entre nuestros gobiernos son cálidas y abiertas, como lo demuestran los acuerdos de cooperación firmados el mes pasado. La paz Jordania debe servirnos de modelo para futuros acuerdos.

La apertura de relaciones a diferentes niveles con otros países árabes como Mauritania, Marruecos, Túnez, Omán y Qatar, y el levantamiento formal del boicot económico secundario y terciario por parte de la mayoría de los países árabe son otros de los frutos de la paz que merecen ser destacados. Este inicio de normalizaciones de relaciones entre Israel y los países árabes abre las puertas hacia la paz global y hacia la cooperación regional. Ello nos permitirá afrontar conjuntamente los grandes problemas comunes de los países de la región e impulsarán un desarrollo sostenido de nuestras economías y sociedades.

La contribución de España al proceso de paz

Como ya señalé al ocuparme de las relaciones entre España e Israel, la celebración en Madrid de la Conferencia de Paz (octubre de 1991) produjo un cambio profundo en las relaciones entre España e Israel, tanto en el contenido como en la forma. Asimismo, con la organización de la Conferencia de Madrid, España inició una importante e ininterrumpida actividad diplomática en relación con el proceso de paz en oriente próximo. La elección de Madrid como sede inaugural de la Conferencia de paz, puso en evidencia que no sólo los árabes, sino que también los israelíes veían en España, ya en aquel momento, a un amigo y mediador honesto. Los buenos oficios de la diplomacia española y una postura más equilibrada ante el conflicto árabe-israelí y el proceso de paz contribuyeron significativamente al éxito de la Conferencia de Madrid, convirtiendo a España en uno de los actores del proceso de paz, cuya más reciente contribución a la estabilidad en torno al Mediterráneo ha sido la organización de la Conferencia euromediterránea de Barcelona, con la participación de los países de la Unión Europea y sus socios mediterráneos, incluidos Israel, Siria y la Autoridad palestina.

La diplomacia española ha asumido que el éxito de su política exterior en oriente próximo debe basarse en mantener buenas relaciones con las dos partes del conflicto. La política de "tradicional buena amistad con los países árabes" ha dado paso a una política de equilibrio. Este cambio en la política española hacia Israel ha permitido dotar de un mayor contenido político las relaciones bilaterales y la participación activa y constructiva de España en el proceso de paz.

El gobierno de Israel ha expresado en reiteradas ocasiones su reconocimiento por el apoyo y la ayuda españolas al proceso de paz. Las negociaciones de paz dieron comienzo en Madrid; en Granada se celebró el encuentro organizado por la Unesco; la ciudad de Córdoba fue anfitriona de una ronda de negociaciones multilaterales sobre agricultura; la destacada participación española en la cumbre de Casablanca, encabezada por el presidente del gobierno; el encuentro de las tres religiones organizado por la Universidad de Alcalá de Henares; la concesión del Premio Príncipe de Asturias a Rabin y Arafat; la mediación diplomática española que hizo posible el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y Mauritania; la organización bajo la presidencia española de la Unión Europea de la Conferencia Euromediterránea; y otras iniciativas en diferentes ámbitos, demuestran de forma inequívoca el compromiso español con el proceso de paz.

Hace una semana iniciamos la segunda década de relaciones diplomáticas. Espero que españoles e israelíes trabajemos juntos con el objetivo común de intensificar nuestras relaciones a todos los niveles: político, cultural, científico, económico, y sobre todo, humano.

Fa una setmana iniciàrem la segona dècada de relacions diplomàtiques. Espero que espanyols i israelians treballem junts amb l'objectiu comú d'intensificar les nostres relacions a tots nivells: polític, cultural, científic, èconomic, i especialment, humà.

Muchas gracias por su atención.