De Doha a Teherán

Ehud Gol
Embajador de Israel

El Mundo, 14 de diciembre de 1997

Hace tres semanas tuvo lugar en Doha (Qatar) la cuarta Conferencia Económica Regional para Oriente Medio enmarcada en las conversaciones multilaterales de paz acordadas en Madrid en 1991 con el objetivo de cimentar el proceso de paz. En Doha, al igual que en las anteriores conferencias regionales de Casablanca (1994), Ammán (1995) y El Cairo (1996) se presentaron importantes proyectos encaminados al establecimiento de relaciones comerciales y económicas entre todos los pueblos de la región. El objetivo de estas conferencias era poner en contacto a empresarios y poderes públicos de los países participantes (Israel y sus vecinos) para llegar a acuerdos económicos y desarrollar proyectos de ámbito regional.

La decisión de la mayoría de los países árabes de boicotear la cuarta cumbre económica, en Doha, es, pues, extraña. Los dirigentes árabes declararon que no participarían en esta última conferencia ya que las negociaciones de paz no avanzan al ritmo que ellos desean.

Los países árabes pensaban que con su no participación en la Conferencia estaban "castigando" a Israel. La ausencia de representantes de algunos países árabes ha limitado el éxito de la Conferencia de Doha, siendo los mayores perjudicados quienes hubieran podido obtener mayores beneficios, osea, los países árabes. Frenar el desarrollo de la infraestructura económica y comercial en las negociaciones de paz perjudica a todos los pueblos de la región.

Durante esta semana se ha celebrado en Teherán la Conferencia de países islámicos, con la participación de 55 delegaciones. En occidente nadie puede ignorar que desde 1979 Irán se ha convertido en una amenaza real para la paz y la estabilidad.

Su sistema legal y de valores no respeta los más elementales derechos humanos, y el gobierno iraní ya ha dado sobradas pruebas de su voluntad de imponer su concepción del mundo recurriendo a la fuerza y a la violencia.

La participación de países árabes "moderados" en la Conferencia de Teherán no augura nada positivo para nuestra región. Las declaraciones y los discursos pronunciados desde la tribuna de esta conferencia ponen de manifiesto una clara tendencia hacia el radicalismo, la intolerancia y la violencia, mucho más que una voluntad real o retórica de unión pan-islámica.

Desde la Conferencia de Paz de Madrid de 1991 estamos inmersos en un proceso de paz que, como toda negociación compleja, ha de superar grandes obstáculos para avanzar. El proceso de paz es irreversible, no hay otra alternativa. Ya es hora de que nuestros vecinos lo asuman.

El Irán de la revolución islámica —tal y como dijo hace algunos días su líder espiritual— no sólo se opone al proceso de paz, sino que también niega el derecho a la existencia de Israel.

Los países árabes han de elegir. O participan en conferencias encaminadas a buscar la paz y la cooperación regional, o participan en manifestaciones destinadas a alimentar el odio, la violencia y el extremismo. Lamentablemente, muchos países árabes han optado, de momento, por el segundo camino.

Las democracias occidentales deben presionar a los países de la región para que dejen de fomentar el odio y el extremismo y colaboren con nosotros en la construcción de un oriente próximo basado en la paz y la cooperación.