Quinientos años y diez más

Ehud Gol
Embajador de Israel

Abc, 17 de enero de 1996

Las relaciones hispano-israelíes tienen unas raíces históricas profundas que las diferencian de las de Israel con otros países europeos. La expulsión de los judíos de Sefarad en 1492 —uno de los episodios más dramáticos de nuestra historia— puso fin a uno de los capítulos más esplendorosos de la historia de la diáspora de todos tiempos, dejando una honda huella en la conciencia histórica, en la cultura y en la literatura de la diáspora judía y de Israel a lo largo de las generaciones.

Si tenemos en cuenta los importantes vínculos históricos que unían España y el pueblo judío, lo natural hubiera sido que las relaciones se hubieran establecido nada más crearse el estado de Israel, en 1948, cerrando así un vacío de cinco siglos. Pero diversos factores políticos retrasaron enormemente este paso, y a los cinco siglos de distanciamiento se sumaron, metafóricamente hablando, otros treinta y ocho de vacío.

Las condiciones para el establecimiento de relaciones diplomáticas mejoraron especialmente con el inicio de la transición en España y la entrada de España en el club de los países democráticos, y ya estaban maduras mucho antes de 1986. Pasados los años, y ya con alguna perspectiva, podrían escribirse infinidad de libros sobre el papel que desempeñaron diversas instituciones y personalidades que trabajaron en favor del establecimiento de relaciones y sobre los factores históricos y políticos que lo condicionaron. El gobierno de Israel realizó una intensa labor diplomática para acelerar el establecimiento de relaciones. La amplia actividad desplegada por algunas organizaciones judías, la sistemática y eficaz labor de las comunidades judías de España y de las asociaciones de amistad, contribuyeron a crear el clima adecuado. Además, amplios sectores de la sociedad española y de su clase política iban tomando conciencia de que el establecimiento de relaciones con Israel no implicaba necesariamente la pérdida de las relaciones especiales con el mundo árabe y que la cada vez más importante presencia española en Europa y el ingreso en la Comunidad Europea reforzaban la necesidad de poner fin a esta anomalía histórica.

El establecimiento de relaciones diplomáticas el 17 de enero de 1986 produjo una gran alegría en Israel y entre los judíos de la diáspora. El establecimiento de relaciones entre España e Israel fue un acontecimiento histórico que cerraba dos ciclos, uno de 500 años de traumáticas relaciones entre España y el pueblo judío y uno de 38 de anomalía histórica. ¿Se puede decir que este paso fue insuficiente y demasiado tarde? No, en absoluto. Quizá podamos evaluar la intensidad de las relaciones que podríamos haber tenido en este momento si las hubiéramos establecido antes, a partir de los logros de los últimos diez años. Aún así, la primera década de relaciones entre nuestros países debe ser vista como una historia de éxito. El trabajo realizado en favor del acercamiento de nuestros países antes del establecimiento formal de relaciones facilitó los contactos políticos, económicos, culturales, turísticos y humanos tras su establecimiento.

El pasado judío de España es parte de nuestro acervo histórico y cultural común, por lo que las relaciones en el ámbito cultural en todo lo relacionado con el mundo hispanojudío y sefardí han sido especialmente fluidas e intensas. Los antiguos caminos de Sefarad constituyen hoy uno de los más sólidos puentes entre nuestros pueblos. Las conmemoraciones españolas de Sefarad 92 no sólo tuvieron un marcado carácter cultural e histórico, sino también un profundo sentido de reconciliación.

Los diez años de relaciones pueden dividirse en dos etapas. Durante los primeros cinco años dimos juntos los primeros pasos, y España pudo percibir que las relaciones diplomáticas con Israel no le perjudicaban. El segundo período se inicia en octubre de 1991 con la celebración de la Conferencia de Paz de Madrid. La elección de Madrid como sede de la Conferencia, con la participación de Israel y de sus vecinos, ha tenido consecuencias importantes a largo plazo. España se convertía en un puente entre las dos partes. En aquel momento se inició una mejora cualitativa y cuantitativa en las relaciones entre nuestros países. Un momento especialmente señalado fue la visita de los Reyes a Israel en noviembre de 1993. Fue sin duda el paso que culminaba el proceso de reconciliación entre los dos pueblos. La cálida acogida otorgada a Sus Majestades en su visita a Jerusalén, capital de Israel, ponía de manifiesto el largo camino que habíamos recorrido juntos. Las relaciones entre los dirigentes de ambos países también han ido estrechándose durante estos años. Paralelamente al fortalecimiento de las relaciones políticas y culturales, ha aumentado el volumen de intercambio comercial entre los dos países (800 millones de dólares en 1995) y el número de turistas en ambas direcciones (en 1995, 60.000 israelíes visitaron España y 30.000 españoles Israel). En comparación con otros países europeos las cifras son todavía bajas pero el proceso de crecimiento es una realidad.

España e Israel empiezan esta semana la segunda década de sus relaciones diplomáticas con importantes expectativas de fortalecimiento de los vínculos humanos, culturales y políticos —tanto bilaterales como en el marco del proceso de paz—, y de crecimiento del intercambio comercial y turístico. Las relaciones humanas son el componente esencial en las relaciones entre pueblos y estados. Las simpatías entre las gentes de ambos países van consolidándose, y españoles e israelíes estamos escribiendo juntos un nuevo capítulo de nuestra historia común, un capítulo de amistad y entendimiento mutuo.