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Número 13 Madrid, mayo de 1997 La última frontera
Janine Zacharia
Haciendo florecer el desierto del Néguev
La esperanza de David Ben-Gurion de "conseguir dominar las tierras baldías" del Neguev se ha convertido en realidad, aunque de forma irregular. Los jóvenes pioneros, las fábricas y el fomento del gobierno que él había previsto siguen ausentes. Pero la voluntad, la capacidad y, aunque parezca increíble, el agua, están ahí.
En una tarde de temprana primavera, un viento seco y helado barre el severo paisaje del Néguev en el kibúts Mashabei Sadeh. El kibutsnik Ilan Ben-Tal entra en una de las onduladas tiendas, bóvedas verdes de plástico que más parecen OVNIs recién aterrizados, que cubren los viveros de peces. Dentro, el aire parece arenas movedizas, denso, caliente y húmedo. En los viveros, llenos de agua salobre extraída de las profundidades de la tierra, nadan y crecen un enjambre de 50.000 peces conocidos en Israel como peces de San Pedro, hasta el día en que serán despachados a los supermercados. La temperatura en las tiendas, calentadas por las aguas subterráneas, es de 38ºC; el hedor es casi insoportable. Ben-Tal empieza a trabajar, comprobando que las máquinas de alimentación informatizadas suministran las cantidades correctas de pienso para peces.
A menos de 20 kilómetros al sur, en Sde Boker, se encuentra la sepultura del primer Primer Ministro de Israel, David Ben Gurion, el santuario secular de su grandiosa visión de convertir el Néguev en el corazón de Israel. Ben Gurion se hubiera complacido con los piscicultores, quienes durante el último año han utilizado los elementos del desierto para producir alimento.
Pero si viajamos más o menos la misma distancia en dirección opuesta desde Mashabei Sadeh, llegamos a Ramat Hovav, el vertedero donde Israel desecha todos sus residuos tóxicos. [...]
Sde Boker y Ramat Hovav son emblemáticos de la actitud dividida de Israel hacia el Néguev durante 50 años: a menudo el Néguev ha sido descrito como la última y más prometedora frontera del país. Pero a menudo también, se le ha tratado como vertedero. [...] A mitad de camino entre ellas, en Mashabei Sadeh, las piscifactorías son parte de un nuevo y amplio esfuerzo para que el Néguev sea fructífero. La cuestión decisiva es si esta visión se convertirá otra vez en un espejismo del desierto, o se hará por fin realidad.
Con el resto del país hoy por hoy tan densamente poblado, y con la devolución de tierras en Cisjordania y la incertidumbre sobre el futuro del Golán, existen sobradas razones para acelerar el desarrollo del Néguev. Pero salvar la distancia entre los slogan y la realidad no será fácil. Desde el punto de vista político, la región se encuentra fragmentada, cada cabildo lucha primordialmente por sus propios intereses con miras estrechas y no cuenta con una representación en Jerusalén. Los Verdes ponen en tela de juicio la idea fundamental de "hacer florecer el desierto" considerándola como una conquista brutal de un entorno único.
A pesar de representar el 60% de la superficie total de Israel, la población del Néguev no llega a 500.000 habitantes, menos del 8% de la población del país. Es la última parte del país donde quedan espacios abiertos, y los amantes de la patria locales hablan con orgullo de su tosca belleza, el Mar Muerto, la piedra al descubierto de las montañas de Aravá al sur, los tres enormes cráteres que dejan expuestas capas sedimentarias de roca, las cuencas secas de los ríos que tanto gustan a los excursionistas del desierto.
Ben Gurion hablaba de la región con gran pasión e hizo un llamamiento al país en 1963, su último año como Primer Ministro, para realizar un gran desplazamiento hacia el sur, dirigir el agua y la lluvia del país, a los jóvenes pioneros y a los nuevos inmigrantes, y la mayor parte de los recursos del presupuesto de desarrollo hacia el sur; "desarraigar una parte considerable de nuestras... fábricas y transferirlas al sur".
El cinturón septentrional del Néguev, entre Kiryat Gat y Beersheva, es un testimonio del éxito. Una alfombra verde de trigo invernal cubre los campos de los kibúts y moshav, una cesta de pan creada con la irrigación y los resueltos esfuerzos de asentamiento en los últimos 50 años.
Y sin embargo, no es el desierto realmente lo que florece aquí, dice el Profesor Uriel Safriel del Instituto Blaustein para la Investigación del Desierto en Sde Boker. "Hemos convertido en un auténtico vergel las zonas semiáridas", al norte del desierto propiamente dicho, nos dice. "El resto lo hemos convertido en vergel de forma irregular". El objetivo en los primeros años, nos explica, era "simplemente poner nuestras picas en todas partes en Israel. Lo que hicimos fue evitar que el terreno de pasto se convirtiera en desierto transformándolo en tierras de cultivo".
Al sur de Beersheva cambia el panorama. El terreno verde y plano es sustituido por colinas rocosas salpicadas de minúsculos arbustos que hacen que cada pendiente parezca la barbilla de un hombre sin afeitar. Las bases militares y los campamentos de beduinos son las exiguas señales de la presencia del ser humano.
El historial es también desigual en lo que a desarrollo urbano e industrial se refiere. El gobierno creó nueve "ciudades en desarrollo" aquí en los años 50 y 60 para atraer a la población hacia el sur, asentó en los bloques de hormigón a los inmigrantes del norte de África. [...] Más recientemente, Ariel Sharon, Ministro de la Vivienda en los años 90, construyó más viviendas en las poblaciones aisladas, que han ido ocupando nuevos inmigrantes rusos y etíopes. Hoy por hoy, alrededor de un tercio de la población de cada una de las nueve ciudades del Néguev lo forman inmigrantes recientemente llegados al país. Todavía más pobres son las siete poblaciones beduinas, construidas para albergar a 90.000 nómadas del Néguev, la mitad de los cuales están ahora concentrados en estas zonas cercadas, y fuera de lo que el gobierno israelí considera sus tierras.
En marcado contraste, las ricas poblaciones a las afueras de Beersheva como Omer, Meitar y Lehavim, donde residen profesores de la Universidad Ben Gurion de Beersheva y del Centro Médico Soroka, así como científicos del reactor nuclear de Dimona, están clasificadas regularmente entre las cinco poblaciones con mejor calidad de vida del país en las encuestas anuales. [...]
Al pensar en el sur, la mayor parte de los israelíes sólo ven las ciudades en desarrollo. Pocos visitan la zona salvo durante el servicio militar, o cuando se paran en las gasolineras de la autopista de camino a Eilat. De hecho, cuatro quintas partes de los 12.000 kilómetros cuadrados (una superficie ligeramente mayor que la del estado de Connecticut) está controlada por el ejército, reduciendo considerablemente la tierra disponible para cultivo, viviendas y fábricas.
Con una población tan reducida, distancias grandes en términos relativos entre las poblaciones y unas diferencias socioeconómicas marcadas, al Néguev le resulta difícil hablar con una sola voz al intentar promocionar su causa. "Lo que estamos intentando hacer aquí abajo ahora", dice Harvey Lithwick, del Centro del Néguev para el Desarrollo Regional de la Universidad Ben Gurion, "es subrayar el concepto de que somos una región, con muchos intereses comunes, ya sea la protección del medio ambiente, la promoción de la industria, o un transporte decente desde el centro del país. Hasta ahora, dado que somos una minoría muy pequeña en términos de votos, y dado que el sistema político no se basa en distritos electorales o circunscripciones, el Néguev no ha tenido voz.
Avishay Braverman, presidente de la Universidad Ben Gurion, que junto con el Centro Médico Soroka es el corazón del Néguev, añade: "La mayor parte de los miembros del gobierno tienen una predisposición urbana, centrada alrededor de Jerusalén y Tel Aviv".
"El resultado", prosigue Lithwick, "es que el gobierno no hace mucho para promover la región, construyendo una mejor de ferrocarriles y autopistas, por ejemplo, o un aeropuerto.
Muchos activistas del Néguev en busca de ayuda se vuelven hacia Ariel Sharon, Ministro de Infraestructura Nacional, que reside en un rancho cerca de Sderot, una mísera población ubicada en la esquina noroeste del Néguev. Sharon habla de convertir Beersheva de una población de 160.000 habitantes en una multitudinaria metrópolis de medio millón de habitantes, y de liberar tierras a bajo precio en toda la región para familias jóvenes. Su portavoz insiste en que Sharon está "dispuesto a cruzar las fronteras de partidos" para obtener apoyo político para el Néguev, y especialmente para fomentar la relocalización de la industria creando una zona de libre comercio. Pero hasta el momento, no son más que palabras. Incluso una propuesta formulada hace algunos meses para crear un comité ministerial del Néguev, con Sharon a la cabeza, ha quedado discretamente archivada.
Ehud Barak, probablemente próximo líder del Partido Laborista, también habló recientemente en la Universidad Ben Gurion de desarrollar el Néguev como prioridad primordial, presentando la visión de "un amplio programa de infraestructuras" que incluiría "autopistas de enlace con el centro del país, trenes de alta velocidad", y una reforma de la base del Ejército del Aire de Nevatim a las afueras de Beersheva para convertirla en "un aeropuerto internacional". Pero Barak, claro, es un político en la oposición que intenta obtener votos, no un ministro del gobierno que tiene que hacer malabarismos con un presupuesto ajustado.
No obstante, el Néguev no se ha sentado a esperar a que el gobierno se interese por la región. Está aprovechando al máximo lo que tiene, a menudo con gran instinto innovador.
En una región como ésta, nada tiene más valor que el agua. Y desde 1989, la comisión nacional de recursos hidrológicos bombea aguas residuales tratadas, procedentes de la planta de reciclaje de la región de Dan, llevándolas hasta los kibutsim y poblaciones, donde se aprovechan para la irrigación de árboles frutales y verduras. Casi la mitad del agua que se utiliza en el Néguev, sorprendentemente, procede de esta fuente reciclada, 115 millones de metros cúbicos al año. Este volumen se va a duplicar el año que viene en cuanto se acaben de construir varios enormes depósitos incluyendo el proyecto del Fondo Nacional Judío en la zona noroccidental de Besor.
Los agricultores del desierto están explotando también una fuente prácticamente inagotable de agua caliente y salobre extraída de una antigua capa freática a unos 1.000 metros de profundidad en el desierto. El agua fue descubierta hace unas dos décadas, pero en un principio se pensó que no se podía utilizar.
Este uso ingenioso del agua salobre y residual para cultivar productos agrícolas de alta calidad en el desierto es principalmente el resultado de una estación de investigación agrícola, creada en 1981 en Ramat Hanéguev, una amplia meseta al suroeste de Beersheva. Científicos e investigadores han desarrollado métodos para que las plantas soporten mejor la salinidad del agua y han encontrado técnicas que permiten cultivar productos de primera clase con agua de segunda clase.
Si no fuese por este tipo de razonamiento empresarial, la agricultura israelí en general habría pasado a formar parte de la historia. La falta generalizada de agua fresca ha obligado al gobierno a recortar las asignaciones de agua a los agricultores de todo el país en los últimos años.
Y así es como, ironías de la vida, los proyectos de viviendas florecen en las huertas y campos del fértil centro y norte de Israel, mientras el Néguev, el norte semiárido y el árido sur, mucho menos adaptados naturalmente a la agricultura, se convierte en el pilar principal de la agricultura local.
En los últimos tres años, en el marco del Programa de Acción Néguev, el Fondo Nacional Judío ha invertido más de 90 millones de dólares en el desarrollo de fuentes hidrológicas en el Néguev, otros 83 millones de dólares para plantar huertos de árboles frutales (incluyendo 7 millones y medio en olivares) y 15 millones de dólares más en piscifactorías.
Las piscifactorías son una parte esencial dentro del ciclo agrícola, como se puede observar en Kadesh Barnea, una comunidad aislada de 25 familias que cultiva 60.000 peces de San Pedro en lo alto del desierto arenoso en la frontera con Egipto.
Una brumosa tarde, mientras el viento levanta nubes de arena, Itzik Levy recibe a los visitantes al lado de sus cuatro grandes tiendas verdes. Al igual que en el kibúts Mashabei Sadeh, el agua salobre de los profundos pozos llena las piscinas de peces, con la alimentación y la temperatura controlada por un sistema de seguimiento informatizado.
El agua rica en nitratos se bombea de forma periódica desde las piscinas, se trata, y después se canaliza hacia la huerta de tomates dulces del desierto del moshav. Tanto los tomates grandes como los de tamaño cereza que se cultivan aquí se venden a 5 dólares la libra (0.45 kg) en los mercados americanos y europeos. El secreto radica en el sabor dulce: las plantas regadas con agua salobre, explica Levy, "están estresadas" y retienen más azúcar.
La utilización del agua salobre, anteriormente considerada no apta para la agricultura, no una sino dos veces en Kadesh Barnea, primero para los peces y después para los tomates, subraya la creatividad de los agricultores del Néguev. Lo mismo ocurre con el programa que está ya en fase avanzada de plantar 10.000 dunams (10 km2) de olivos para la producción de aceite en Ramat Hanéguev, utilizando una variedad lucrativa especial desarrollada por científicos del centro de investigación, que crece con irrigación de agua salobre. Entretanto, cerca de allí, en Sde Pekuah, una cuenca abierta del desierto, cientos de cabezas de ganado de producción de leche pisarán el monte bajo en pocos meses.
Las vacas que pastan en otros lugares de Ramat Hanéguev, dice Erez Yardeni, Director General del la Compañía para el Desarrollo Regional de la zona, "ganaron el galardón nacional el año pasado a la mejor producción láctea". La baja tasa de humedad, indica con orgullo, pareciendo más un agricultor de Vermont que un funcionario economista, parece tener un efecto positivo en la leche. Y están el puñado de granjas comerciales de avestruces y las plantaciones de frutas exóticas que ya están funcionando.
Yardeni insiste de forma inexorable en que esta creatividad podría ampliarse más allá de la agricultura, al turismo, la alta tecnología y otros sectores, si el gobierno tuviera a bien proveer la infraestructura y los israelíes empezaran a desplazarse hacia el sur.
Conduciendo a través de su sector, cerca de la frontera con Egipto, Yardeni, corpulento, pecoso y genial, indica dos proyectos que los locales han conseguido poner en pie por sí mismos: han encontrado promotores para construir un hotel en el desierto en Sde Boker y un balneario más al oeste que utilizará agua a 40ºC extraída de una antigua capa freática.
Pero el sueño de Yardeni de otro aeropuerto en el Néguev, en Ramat Matred al norte de Mitzpe Ramon, para servir vuelos charter procedentes de Europa con destino al Mar Muerto, el hotel de Sde Boker y el balneario, siguen siendo sólo un sueño. Los 600 dunams (0,6 km2) destinados a la industria por el cabildo de Ramat Hanéguev, a media hora de Beersheva en coche hacia el sudoeste, siguen siendo terreno baldío, sin infraestructura y sin inversores interesados.
Y el crecimiento de la población en el Néguev sigue limitándose al crecimiento natural. "Está todavía por ver la caravana de Subarus bajando hacia aquí desde Rishon Letsion", reconoce Edna Feinstein, Directora del Departamento de Información de la región sur del Fondo Nacional Judío.
Pero insiste, con el resuelto entusiasmo que caracteriza a los defensores del Néguev, "si se crea la infraestructura que garantice una calidad de vida elevada, ¿quién sabe si nuestras esperanzas no se harían realidad?".
Y, de hecho, aunque algunas de las cosas que Ben Gurion esperaba fuesen orientadas hacia el sur no han llegado todavía (los fondos, los jóvenes pioneros y las hordas de fábricas), otras tales como el agua y los nuevos inmigrantes están aquí.
Y lo que Ben Gurion proclamaba como "prueba definitiva", "conseguir dominar las tierras baldías" en el sur, porque "si el estado no pone fin al desierto, el desierto pondrá fin al estado", ha sido superada. ¿Quién teme ahora que el desierto nos invada, cuando Israel cultiva peces en él?
[Jerusalem Report].